Lo doloroso de la victoria de Donald Trump es constatar que el humanismo, nuevamente, ha fracasado. Que no es verdad que somos menos misóginos y racistas y más tolerantes con aquél que nos resulta ajeno, con el extranjero, con el migrante, con el gay. La subjetividad ha quedado anulada, de nuevo, y triunfa el posmodernismo con su teología económica, en la que el dinero es el valor por excelencia.
Pero no critiquemos a los americanos porque en verdad nosotros estamos peor. Un solo gobernador nuestro – digan cuál, hay para escoger- supera a Trump en lo negativo. Recuerden que ostentamos el primer lugar en trata de blancas y somos de los países más corruptos y obesos, con una desigualdad social que espanta a muchos extranjeros.
A diferencia de nosotros, los americanos sí exigen que su calidad de vida mejore con cada presidencia. Sí exigen cambios que se vean reflejados en lo económico. Parte de los resultados de la elección americana se deben al voto de castigo a los demócratas y al Obamacare. A la hora de la hora les valió lo que representaba Trump en lo social, sólo lo tomaron como una salida a la inercia que implicaba votar por Hillary, ella como representante del absolutismo que se genera cuando el sistema financiero de un país está “en la cama” con el gobierno. Y, como sigue explicando Slavoj Zizec, el que gane Trump pondrá de manifiesto la falla en el sistema, las carencias de ambos partidos y, por ello, puede significar un “despertar” que genere nuevos procesos políticos.
Lo mismo nos pasó cuando votamos por Fox y, aunque entiendo que no son comparables, ambos hacían algo similar: movilizaban emociones. Vicente Fox vino a representar una cambio radical ante un sistema autocrático que veníamos cargando por más de 70 años. Nos pareció gracioso como hablaba y criticaba a diestra y siniestra, que usara botas y que fuera confianzudo y mal hablado, que se saliera de protocolo y que no tuviera ni la más remota idea de como manejar un país. Queríamos un cambio y él lo representaba.
Eso simboliza Trump para la mitad de los americanos. Alguien que desde afuera del establishment puede salvar a la clase media y baja trabajadora de raza blanca (aunque bastantes latinos votaron por él), los llamados blue collars. A la hora de emitir el voto les valió un comino el calentamiento global, el matrimonio igualitario, o los estudiantes universitarios. Perdieron de vista hasta a sus propios padres migrantes. Ellos querían asegurar una mejor vida para los próximos 4 años, punto.
Pero es imperativo tomar en cuenta que un poquito más de la mitad de los americanos votaron demócrata, y casi todos los Millenials, quienes el miércoles estuvieron en las calles renegando de la victoria de Trump. No metamos en el mismo saco a todos nuestros vecinos. Todos son diferentes, cada uno piensa en forma singular e individual. No anulemos la subjetividad. No caigamos en eso.
Como cuando asesinaron a Colosio vuelvo a repetir: no nos queda más remedio que levantarnos bien temprano y trabajar mucho. Mi trabajo es una maravilla pues implica una CONTRACULTURA al malestar actual. Todos los días con cada uno de mis pacientes (hombres, mujeres, jóvenes y viejos, blancos y multicolores, gays y heterosexuales, etc.) me toca ayudar a entresacar la unicidad de cada quien, lo que cada uno tiene de diferente, de especial, de maravilloso, la locura particular. Todos los días el psicoanálisis rescata y revive la subjetividad individual, y eso es un pequeño triunfo.
Con los años ha parecido “como si” hubiese una mayor inclinación a contradecir la violencia, como lo es el autocontrol, la empatía, la justicia y la razón; lo que Abraham Lincoln llamó “los mejores ángeles de nuestra naturaleza”.
Pareciese que esta “pacificación” se la debemos a que somos más cosmopolitas gracias a la educación, la ciencia, la movilidad, el periodismo, el internet, etc. Las perspectivas sobre la subjetividad y la otredad cambian y se expanden, y es más fácil empatizar con el otro que anteriormente se vivía como “lo ajeno”, como el extranjero. También se han expandido la racionalidad y la objetividad en los asuntos humanos. No es gratuito que la Revolución Humanitaria vino pisando los talones de la Ilustración y la Edad de la Razón (Racionalismo). (Para mayores datos consulten a S. Pinker, investigador de Harvard).
El triunfo de Trump (y el Brexit y el NO en Colombia) nos enseña que no debemos cantar victoria.
En la carta que Freud le escribe a Einstein en 1932 titulada “¿Por qué la guerra?” Freud cuestiona: “¿Por qué nos sublevamos tanto contra la guerra, usted y yo y tantos otros? ¿Por qué no la admitimos como una de tantas penosas calamidades de la vida? Es que ella parece acorde a la naturaleza, bien fundada biológicamente y apenas evitable en la práctica.”
Jacques Derrida insistió en el asunto de la crueldad precisamente para indicar su carácter humano, le es inmanente y le pertenece al hombre (los animales matan pero no son crueles). Generar dolor, sufrimiento… Ya Freud nos había hablado del placer que se obtiene de la agresión y la destrucción, del sadismo, inserto en el asunto de la pulsión de muerte.
Y Freud finaliza su carta a Albert Einstein con la siguiente frase…
«Y ahora cabe esperar que el otro de los dos “poderes celestiales”, el Eros eterno, haga su esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo igualmente inmortal. ¿Pero quién puede prever el desenlace?»
Sigmund Freud
¿Por qué la Guerra?
(Pd. El desenlace fue la Segunda Guerra Mundial)