Algunos sabios y viejos consejos para mejorar la relación con nuestro hijo adolescente

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Les comparto un pequeño extracto de nuestro libro “Misión imposible: cómo comunicarnos con los adolescentes” de la Editorial Grijalbo (Penguin Random House 2015) y que escribimos la Dra. Martha Páramo Riestra y yo:

  • Más sabe el diablo por viejo, que por diablo. Tenemos que saber que nuestro hijo adolescente necesita su propio espacio de intimidad, por ello es importante hablar y comunicarse con él, pero nunca forzarlo a que nos cuente lo que le pasa o  sus problemas; podemos estar ahí y recordarle que cuando  así lo decida o necesite, cuenta con nuestra escucha y comprensión. Sin embargo, nos puede ayudar  saber que a pesar de que nosotros, en ésta época, generalmente no somos los principales modelos de referencia y de confianza para nuestro hijo si hemos tenido una buena  relación y comunicación con él desde la infancia, seguramente nuestro hijo acudirá a nosotros, cuando así lo requiera.
  • A cada santo le llega su capillita Es importante que le demos genuinamente un nuevo lugar en la familia al adolescente en el que hoy se ha convertido nuestro hijo. Por ello, es necesario hacerle saber que su perspectiva de joven, es importante; que nos interesa escuchar su punto de vista; que necesitamos que participe ante la toma de ciertas decisiones. En síntesis, es fundamental reconocer su nuevo rol de adolescente. Para ello, ofrezcan un  clima afectivo de reconocimiento y aprobación, que favorezca el desarrollo de esta incipiente identidad. Utilice la comunicación como herramienta favorecedora del intercambio de sentimientos, emociones y experiencias.
  • No mires la paja en el ojo ajeno, sino la viga en el nuestro. Un adolescente que es no reconocido, o que es cuestionado o criticado constantemente por algún miembro de la familia, debido a sus inquietudes, aficiones, amistades o deseos, se le puede ir generando procesos de inseguridad y ansiedad que lo llevarán a buscar en el grupo de amigos, el lugar que no encuentra en la familia, a costa de depender y subordinarse al grupo, o quizá en desarrollar problemas de inhibición que devienen en falta de capacidad para integrarse socialmente. Sea cauto con sus comentarios, y la crítica hacia su hijo, tiene que pasar primero por el tamiz de su propia autocrítica.
  • Más vale un mal arreglo que un buen pelito. Mientras que no se encuentre en riesgo la integridad física y emocional de nuestro hijo, hay que evitar imponerle nuestros propios puntos de vista y mucho menos hacerlo de manera forzada o que generen una confrontación. Los padres podemos aportarle otras perspectivas con argumentos suficientes para que él elija su opción con mayor conocimiento, pero que sea participe de las decisiones. Una comunicación con imposiciones no funciona. Nunca lo ponga entre la espada y la pared, déle margen de maniobra y bríndele opciones de resolución y salida
  • Cuando la limosna es mucha, hasta el santo desconfía. Evite sobreproteger a su hijo. La sobreprotección generada por la angustia que sienten los padres ante unos adolescentes cada vez más autónomos, a menudo da como resultado que nuestro hijo se torne dependiente, irresponsable, tenga escaso sentido crítico y dificultad para tomar decisiones, ya que él solo no se va a poder sentir capaz de enfrentar los retos o la adversidad, mientras que por otro lado, va a requerir de la aprobación y el apoyo de sus padres.
  • Al que no le cuesta, lo vuelve fiesta. Recuerde, un ambiente familiar muy permisivo obstaculiza el proceso de incorporación de la norma de un adolescente y seguramente ello le acarreará problemas en la escuela, con la autoridad y en los procesos de socialización.
  • Hijo de tigre, pintito. El consumo excesivo o el abuso de drogas o alcohol por parte de los padres, así como una actitud permisiva de estas conductas con el hijo puede promover un aprendizaje por identificación, y generar un caldo de cultivo idóneo para el desarrollo de adicciones.
  • Para qué me dejan solita, si ya saben cómo soy. Nosotros como padres sabemos quiénes son y “de qué pie cojean” nuestros hijos adolescentes; generalmente con sus hechos nos dicen de sí mismos de formas más contundentes, que lo que nos dicen verbalmente, así “nos los juren y perjuren”. Por ejemplo, si sabemos que nuestra hija está en época de exámenes finales y está por reprobar el ciclo escolar porque le cuesta trabajo asumir sus responsabilidades en la escuela, “no queramos tapar el sol con un dedo”, dejándola ir con los amigos el fin de semana a Valle de Bravo; acceda a esto, una vez que su hija sea capaz de irse a estudiar y vacacionar de manera simultánea. Puntos más importantes suelen ser aquellas situaciones en las que está comprometida su integridad física o emocional de su hijo, por ejemplo, si es consciente de que su hijo tiene problemas con el alcohol, así él le prometa que no va a beber, no le preste el auto. ¡Protéjalo!
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