¿Y mi credencial?

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Mientras espera su turno en la fila, Luis mira con desaprobación el escaso número de personas reunidas.

Varios reporteros tomaron fotografías de su llegada a la casilla electoral.

Luis se detuvo un momento para que las cámaras eternizaran su mejor pose… Con una sonrisa, de esas que ya conocemos, propias de los funcionarios públicos, cuidadosos de quedar bien frente a los medios.

Luis sabe que esa misma tarde, en los noticiarios de la televisión, y mañana en los periódicos de todo el país, su imagen aparecerá como ejemplo de civismo y participación en la democracia.

La fila avanza con lentitud.

Lo más difícil ya pasó, piensa Luis.

“La llegada siempre es más complicada, porque los medios te atacan con preguntas y aprovechan para cuestionarte sobre asuntos relacionados con tu cargo”, reflexiona en silencio.

“Ahora ya sólo queda votar y posar nuevamente con esa misma sonrisa que les gustó hace un momento, mientras levanto el pulgar y dejo que todos vean mi dedo entintado”.

La fila avanza nuevamente.

Luis gira la cabeza y le hace una seña a un amigo que lo espera en la entrada de la casilla. Señala su reloj de pulsera, indicándole que falta poco. Todavía llegan a tiempo a ese lugar donde venden barbacoa los domingos.

Finalmente, Luis llega a la mesa, entrega su credencial de elector y dirige otra sonrisa a los reporteros. Por si alguno quiere tomar una fotografía del momento.

“Señor, su credencial está vencida. No puede votar.”, le dice el funcionario de la casilla.

Luis deja de sonreír. Por primera vez desde que llegó, su cara muestra una expresión auténtica.

En menos de cinco segundos, Luis pierde todo el control de la situación, la sonrisa calculada, las respuestas sin comprometerse, la calma con la que dice a los reporteros, y a los mexicanos, que “todo está bien”.

Uno de los fotógrafos escuchó al funcionario de la casilla y se dispone a capturar ese momento con más de 20 disparos de su cámara, enfocada en el rostro consternado de Luis.

Sin saber qué hacer, Luis se dirige a su amigo y le grita: “Rafa, wey, no puedo votar”.

En ese momento, los demás reporteros corren hasta Luis, cercándolo, apuntando sus cámaras fotográficas y encendiendo las luces de las cámaras de video.

Ese mismo domingo en la tarde, los noticiarios de la televisión, y mañana los diarios de todo el país, mostrarán la imagen de Luis. Desafortunadamente para él, no será con la sonrisa que tanto ensayó.

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¿Les parece curiosa esta historia? ¿Tal vez, demasiado fantasiosa?

¿Pues qué creen? Pasó el domingo. El protagonista de la historia, y de la vida real, es nada menos que el titular de la Secretaría de Desarrollo Social (la Sedesol), Luis Enrique Miranda Nava.

Este domingo, cuando el Secretario se disponía a emitir su voto para las elecciones de Gobernador en el Estado de México, se encontró con la noticia de que su credencial del INE ya no era vigente.

En esta situación, fuera de los partidos políticos y los resultados que están surgiendo de la jornada electoral, lo importante es rescatar el tema del civismo en México.

Sí, esa palabra que tanto escuchamos y que muchos de nosotros cursamos como materia en la secundaria, ¿recuerdan?

Esa misma materia, que en un momento nuestras “brillantes” autoridades educativas suprimieron de los programas escolares.

Lo sucedido con el Secretario de la Sedesol, Luis Miranda, es un claro ejemplo de la ausencia de civismo en muchos ciudadanos. Pero es aún más grave cuando ocurre con un funcionario público, que está en un puesto de servicio a los mexicanos, que tiene, como todos tenemos, el derecho y la obligación de participar en el proceso democrático de las elecciones.

¿Cuántos estamos hartos de los partidos políticos actuales? ¿Cuántos estamos cansados de escuchar las mismas promesas y ver que no se cumplen? ¿Cuántos nos quejamos de que los políticos no hacen algo en nuestro beneficio? ¿Cuántos nos sentimos engañados, robados, insultados por delincuentes como Javier Duarte o Roberto Borge?

¿Y qué podemos hacer? Lo que muchos mexicanos hicieron este domingo: participar en la democracia mediante el voto, que es un derecho que todos tenemos. Que es un derecho, pero también una obligación.

El concepto “civismo” surgió con la Revolución Francesa y es la aceptación de reglas que permiten a los humanos vivir en sociedad, respetar los derechos de los demás y cumplir con las obligaciones comunes.

¿Qué podemos esperar de nuestros gobernantes si no aceptan estas reglas, si no están dispuestos a vivir en una sociedad donde todos tenemos la obligación de conocer, de informarnos sobre quiénes son y qué ofrecen los candidatos electorales? De los funcionarios públicos que están en ese lugar para servirnos, y no para servirse de nosotros.

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¿Qué podemos esperar de titulares de una dependencia que precisamente habla del desarrollo social y que no tiene la conciencia cívica de un ciudadano, que debe tener actualizada su credencial para ejercer su derecho a elegir a sus gobernantes? Una credencial que también es el documento más importante y avalado como medio de identificación en nuestro país.

Una credencial que a través de los años se ha modificado para garantizar su seguridad y que por lo mismo se realizan campañas nacionales, costosísimas, para decirle a todos los mexicanos la manera, tiempos y condiciones para actualizarla.

¿Saben lo que dice la Secretaria de Educación Pública sobre el “civismo”? La SEP plantea la educación cívica y ética como “un espacio formativo que propicia en los estudiantes la reflexión, el análisis, el diálogo y la discusión en torno a principios y valores que contribuyen en los alumnos a conformar una perspectiva ética y ciudadana propia, en su actuar consigo mismo y con los demás.”

Qué bonito sería que nuestros funcionarios públicos supieran esto, ¿no? Qué padre sería si predicaran con el ejemplo.

Estamos cansados de los partidos políticos, de los gobernantes corruptos, de las mentiras, de las promesas sin cumplir. Hagamos algo para terminar con todo eso que nos molesta. Se vale quejarse, denunciar, alzar la voz. Por supuesto que se puede, porque también es un derecho, es nuestra libertad de expresión. Pero también tenemos la obligación de hacer algo para cambiar las cosas. Y los procesos electorales son parte de esas obligaciones que tenemos como mexicanos.

Porque somos muchos los mexicanos que en lugar de quejarnos por todo lo malo, nos levantamos cada mañana a trabajar, a contribuir con nuestro talento y con nuestra energía para hacer de este país un mejor lugar. Porque somos muchos los mexicanos que día a día nos esforzamos por generar cambios desde nuestras propias acciones.

Somos muchos los mexicanos que ansiamos tener una mejor sociedad, vivir en comunidad, salir a la calle con la tranquilidad. Porque a pesar de lo malo que existe en nuestro México, también hay muchas cosas buenas, muchas cosas que podemos mejorar. Porque, como siempre les digo…, somos más los buenos.

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