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• La enseñanza superior, las instituciones públicas y la Universidad de la nación tenemos una gran responsabilidad en ello, asevera Lourdes Chehaibar Náder con motivo del Día Internacional de la Educación, que se conmemora el 24 de enero

La educación es la mejor ruta para construir mejores mañanas, alcanzar utopías posibles. Sin embargo, estamos lejos de que ese derecho humano fundamental, que es habilitador de otros, sea disfrutado por todas las personas, afirma la investigadora y exdirectora del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM, Lourdes Chehaibar Náder.

El rezago es notable en nuestro país, donde no se ha alcanzado la enseñanza básica universal. Hay niños, adolescentes y jóvenes en edad escolar imposibilitados para ejercer esa garantía, así como adultos que no tuvieron acceso al sistema educativo o debieron abandonar sus estudios; o bien, quienes carecen de una educación pertinente y de calidad.

En ocasión del Día Internacional de la Educación, a celebrarse el 24 de enero, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) señala: “sin una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos y de oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, los países no lograrán alcanzar la igualdad de género ni romper el ciclo de pobreza que deja rezagados a millones de niños, jóvenes y adultos”.

De acuerdo con el organismo internacional, actualmente en el mundo 250 millones de niños y jóvenes están sin escolarizar y 763 millones de adultos son analfabetos.

En México, con base en cifras de la medición multidimensional de la pobreza (2022) del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, la población de 3 a 21 años que no asiste a la escuela y carece de educación obligatoria es de 15.9 por ciento; mientras que la de 22 años o más, nacida a partir de 1998, sin educación media superior completa es de 36.7 por ciento.

La falta del ejercicio pleno que se enfrenta en nuestro país se presenta enmarcada en la desigualdad. “Se registra de forma más radical entre los grupos de población en condiciones de vulnerabilidad, y así lo vimos plenamente con la pandemia y el confinamiento, que hicieron evidentes brechas que ya conocíamos y que, en algunos casos, se acentuaron”, enfatiza Lourdes Chehaibar.

Se observaron diferencias en la infraestructura o equipamiento de las escuelas, y también entre los estudiantes. La UNAM, por ejemplo, se volcó a apoyar a sus alumnos y aun así vimos las dificultades que enfrentaron: deterioro de la economía familiar, espacios reducidos, decesos de familiares, dificultades para atender la enseñanza vía remota, etcétera.

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Además, en algunos casos hubo deterioro en las posibilidades de desarrollo integral de niños niñas, adolescentes y jóvenes. Actualmente, detalla la pedagoga, contendemos con algunos de los efectos de la emergencia sanitaria: las y los jóvenes presentan dificultades en la socialización, problemas de seguridad, de interacción con los compañeros, entre otros.

Paz duradera

Chehaibar Náder recuerda que, mediante la sexta conmemoración de la efeméride, que este año lleva por lema “aprender para una paz duradera”, se busca llamar la atención sobre la importancia de contar con educación, pero no cualquiera, sino con ciertos rasgos:

Que sea inclusiva; equitativa; con perspectiva de género; promotora de las garantías fundamentales y de desarrollo sostenible; resiliente; que sitúe a las personas como ciudadanos de la aldea global y permita alcanzar una paz duradera, haciendo conciencia de lo que significa ser humano y habitar este planeta, así como de nuestra relación con la naturaleza.

La educación debe ser un derecho especialmente cobijado y promovido por el Estado, en todos los órdenes de gobierno y por los sectores relacionados. Ahí las instituciones de enseñanza superior tenemos un papel relevante que desempeñar, destaca.

Es necesaria para tener un futuro distinto y mejor para todos. Sin ella, “las personas no tenemos las herramientas para gozar de la vida, o siquiera tener planeta, para respetarnos los unos a los otros”. Se necesita hacer de la educación un espacio de promoción de los derechos humanos, recalca.

Si nos comprometemos al 200 por ciento, con pasión, podemos hacer una diferencia para el porvenir de la humanidad y del mundo. Y la educación superior, las instituciones públicas, la Universidad de la nación, tenemos una gran responsabilidad en ello, reitera Chehaibar Náder.

Articular discursos y acción

De acuerdo con la especialista, en la educación están numerosas soluciones a los problemas que enfrentamos, pero sólo si se toma en toda su amplitud y complejidad. Se requiere apuntalar un ámbito formativo integral para las personas, que atienda la desigualdad de manera rigurosa.

En la UNAM, resalta, nuestra tarea es proporcionar a los jóvenes educación de alta calidad en términos de contenido, formarlos de manera integral: conscientes de su realidad e interesados en modificarla, participativos, reflexivos. “Hay que articular los discursos con la acción y contribuir así a que los valores sean parte de su vida”.

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Se requiere prepararlos con perspectiva de globalidad, de interconexión para el bien común; nos debe importar lo que pasa en Gaza o en Ucrania, o si un virus llega de China y las elecciones en nuestro país. Tener la mirada en el desarrollo sostenible que permita la continuidad de la vida en el planeta, una educación en y para los derechos inalienables, para la solidaridad, con respeto proactivo por los demás, lo cual tiene que ver con la igualdad de género; una educación fundada en los avances de la ciencia y la tecnología, con capacidad de enfrentar un mundo que cambia de forma vertiginosa.

Todos ellos, abunda, son retos importantes para quienes nos dedicamos a la docencia y la investigación. “El vínculo entre ambas es relevante para promover una educación de excelencia, como señala el artículo tercero constitucional vigente, que responda a los requerimientos del futuro”.

Asimismo, la universitaria sugiere promover en las aulas que las redes sociodigitales se usen más como medio de aprendizaje, que de comunicación. Hay que aprovecharlas con sentido didáctico, pedagógico y de conocimiento.

Al referirse al Día Internacional de la Educación, considera que “nos debe motivar a reflexionar sobre nuestro quehacer como educadores en un sentido amplio, pero también como padres de familia, gobierno, sociedad. El Estado tiene una alta responsabilidad en ello.

Celebremos esta fecha haciendo un llamado de atención a la importancia de la tarea educativa, valorando la labor de los docentes en todos los niveles; la mayoría de los académicos “somos un grupo de soñadores que queremos hacer un cambio”.

El reconocimiento a los profesores es parte de festejar a la educación y a ellos. “Quiero recordarles que tenemos una tarea digna, extraordinaria, humana, hermosa, y que lo que hagamos o dejemos hacer puede significar una diferencia en el futuro; y a los investigadores, que el vínculo con la docencia nos engrandece”.

El 6 de diciembre de 2018 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 24 de enero como fecha para esta conmemoración internacional, a fin de celebrar el papel que desempeña la educación en pro de la paz y el desarrollo.

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