La UNAM y los movimientos de la comunidad LGBTTTIQ+

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La UNAM y los movimientos de la comunidad LGBTTTIQ+

La UNAM ha sido precursora en estudios sobre la población sexogenérica y en abrir canales para romper prejuicios.“La historia de los movimientos LGBTTTIQ+, e...

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La UNAM ha sido precursora en estudios sobre la población
sexogenérica y en abrir canales para romper prejuicios.

“La historia de los movimientos LGBTTTIQ+, en especial en urbes como
la Ciudad de México, no se entiende sin la Universidad Nacional y los
grupos formados en ella durante los años 70, 80 y 90”, reflexiona Siobhan
Fenella Guerrero Mc Manus, académica en el Centro de Investigaciones
Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.
Y es que esta casa de estudios ha sido pionera en generar espacios de
encuentro, discusión, difusión e investigación sobre las diversidades
sexuales y de género, y ha contribuido a impulsar la lucha y defensa de
sus derechos en conjunto con la sociedad civil, activistas y organismos
del Estado.

Comunidad universitaria.
A decir de Siobhan Guerrero, el origen del movimiento de las diversidades
sexogenéricas en México se remonta a los años 70, a la Facultad de
Filosofía y Letras (donde se formaron algunas voces que lo construyeron,
como Carlos Monsiváis, Juan Jacobo Hernández y Nancy Cárdenas).
Esto fue posible porque ya en ese entonces la UNAM era un núcleo
donde las ideas se condensaban y articulaban, y un sitio al que la gente
llevaba las experiencias que vivía afuera. “Al darse las primeras razias
(persecuciones contra las diversidades sexogenéricas con fines
represivos) que llevaron a mujeres trans y trabajadoras sexuales (entre
otras) a prisiones clandestinas, sus pasillos se convirtieron en un lugar
para hablar del tema sin temor a los alcances del Estado policiaco”.
En ese sentido, las primeras reflexiones sobre la concepción cis
heteronormada del espacio público (es decir, la exclusión de la población
LGBTTTIQ+ por estar fuera de los roles de género masculino y femenino
socialmente establecidos) se dieron en esta institución.

“Dicho movimiento nació como antisistema, oponiéndose al patriarcado,
al Estado, al capitalismo y eso habla de la UNAM, pero también hubo
otras entidades educativas que jugaron un papel fundamental para la
disidencia y el pensamiento. Ejemplo de ello es el Colectivo Lambda, que
le debe mucho a un profesor de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia, Xabier Lizarraga”, expone la académica.
En 1999, se creó el Grupo Universitario por la Diversidad Sexual, que
formó a una importante generación de activistas del siglo XXI e impulsó
las dos primeras marchas LGBTTTIQ+ al interior de esta casa de
estudios, que constaron de un recorrido interfacultades.
Para 2004 surgió el Colectivo Universitario Michel Foucault por la
Disidencia Sexogenérica, entre cuyos líderes hubo defensores de las
sociedades de convivencia en la Ciudad de México y el derecho al
matrimonio igualitario.

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La institución
“La UNAM ha transitado un camino de aprendizaje y se ha convertido en
un refugio, no libre de contradicciones, donde los espacios culturales de
danza y teatro han sido fundamentales”, indica Siobhan Guerrero.
También ha sido precursora en estudios sobre la población LGBTTTIQ+,
tansfeminicidios y el derecho a la salud física y mental de la comunidad,
y desde aquí se ha impulsado una reflexión crítica sobre los prejuicios.
“Hemos mostrado que pertenecer a las diversidades no implica una
disfunción, predisposición al crimen y que, de ninguna manera, es una
patología. Nuestra casa de estudios ha tenido un papel crucial en el
avance y popularización de estas ideas”, comenta. Lo anterior se liga al
hecho de que la difusión científica y humanística que hace la Universidad
permite llevar el conocimiento fuera de las aulas, por lo que, además de
enseñar a su comunidad, lo hace también con el resto de la sociedad.
Ejemplo de ello es Los 41 tropiezos de la heteronorma en México, cuyas
transmisiones iniciaron en 2021, en TVUNAM, y de las que la
investigadora fue co-conductora. “Fue la primera vez en América Latina
que un canal cultural decidió hacer un programa dedicado a la historia
cultural y política de las diversidades sexuales y de género”.

En este tenor, hace poco se presentó la Academia Mexicana de Estudios
de la Diversidad Sexual y de Género, un esfuerzo de 13 entidades
federativas y diversas universidades, entre ellas la UNAM (y en el que
participa Siobhan), cuyo fin es fortalecer saberes desde varias disciplinas.
“El conocimiento puede hacer una diferencia. Si entiendes las estructuras
causales de la violencia, puedes intervenir para mitigarlas o, idealmente,
detenerlas”, explica la también doctora en Filosofía de la Ciencia.
Incidir más allá de las aulas
El paso de Siobhan por la UNAM comenzó en 1996, cuando ingresó al
plantel 6 de la Escuela Nacional Preparatoria. “Esto marcó un cambio
importante tras haber cursado la primaria y secundaria en un ambiente
de acoso escolar. Mis compañeros tenían claro que yo era diferente y lo
manifestaban con insultos. Aquí encontré un espacio comparativamente
más seguro. Digo esto porque no está libre de contradicciones, pero fue
el sitio en el que pude salir del closet por vez primera”, rememora.
En la Facultad de Ciencias, donde se formó como bióloga, comenzó a
explorar quién era y a investigar qué decía su disciplina acerca de la
diversidad sexual, un cuestionamiento relevante tras haberse encontrado
con respuestas patologizantes e injustas, hasta ese momento.
“Mi acercamiento con el activismo académico se da en la maestría. Entré
en contacto con la epistemología feminista y me di cuenta de que podía
elaborar una reflexión profesional, desde la filosofía y las humanidades,
emancipadora y transformadora”.
Después realizó un doctorado en estudios sobre ciencia, género y
sexualidad. Ahora, como profesora, genera un impacto en sus
estudiantes, quienes ven en ella una figura de confianza con la que
pueden hablar de forma libre y segura. “Trato de ayudar en la creación
de otro tipo de políticas públicas no sólo en esta institución, sino fuera.
Me he involucrado con varias ONG y organismos de defensa de derechos
humanos. Así muestro que, desde la academia, podemos coadyuvar”.
Asimismo, ha incidido en salvaguardar el derecho de autodeterminación
de las infancias al reflexionar sobre cómo construir un espacio seguro
para que exploren su identidad y sexualidad sin riesgo de violencia.

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¿Qué se ha logrado?

Los últimos 20 años han representado un avance en materia de derechos
para la población LGBTTTIQ+, sobre todo en la CDMX. Sin embargo, la
académica plantea que es necesario resistir narrativas triunfalistas.
Entre algunos alcances están el matrimonio igualitario; la rectificación de
los documentos de identidad para personas trans; el reconocimiento de
identidades transgénero en infancias y adolescencias, y la prohibición de
lo que se llama, equivocadamente, terapias restaurativas.
“Hay otros logros que también han transformado a México, como las leyes
antidiscriminación, la creación del Conapred y la reforma que implica que
el Estado debe salvaguardar la cultura de derechos humanos en todos
sus niveles. Aunque aún hay mucha discriminación y gente con prejuicios,
estos avances son posibles por la coordinación de grupos de la sociedad
civil, colectivos, espacios universitarios y organismos del Estado”.

Protestar con el orgullo.
Siobhan Guerrero puntualiza que la reflexión sobre la relación entre los
movimientos y las universidades no debe dejar de lado la historia
callejera, un sitio de resistencia para, por ejemplo, muchas mujeres y
hombres trans a quienes se les negó el ingreso a la educación superior
en las décadas de los 70, 80 y 90.
“No olvidemos que el orgullo es una protesta y que luchamos por el
derecho a estar vivos, a pensar y a ser parte del mundo”, concluye.

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