La presidenta Claudia Sheinbaum confirmó que durante su viaje a Washington para el sorteo del Mundial tendrá una reunión bilateral con Donald Trump y, según sus propias palabras, el mensaje central será claro: el T MEC no se acaba, solo entra a una etapa de revisión.
El problema es que el contexto no acompaña el optimismo. La Casa Blanca ha endurecido su discurso comercial y ha usado el tratado como herramienta de presión política y económica. Mientras Sheinbaum habla de “continuidad” y “revisión pactada”, la otra parte ya puso sobre la mesa aranceles, condicionamientos y la amenaza de renegociar en términos menos favorables para México.
La presidenta intenta vender la reunión como algo menor, casi un encuentro lateral aprovechando el viaje por el Mundial. Pero cuando el tema es el T MEC, no hay reuniones pequeñas. México depende del tratado para sostener exportaciones, cadenas de suministro, inversión manufacturera y millones de empleos. Cualquier cambio, por “técnico” que parezca, puede costar plantas, sueldos y estabilidad.
En lugar de anunciar una estrategia sólida con objetivos claros, la narrativa oficial apuesta por la fórmula de siempre: tranquilidad de discurso, cero detalle de fondo. No se explican líneas rojas, no se explican escenarios de riesgo, no se explican los mecanismos de defensa si Trump decide apretar más allá de lo pactado.
La frase “el T MEC no termina” suena más a consigna política que a diagnóstico jurídico y comercial. El tratado tiene cláusulas de revisión, mecanismos de solución de controversias y ventanas para replantear condiciones. Pensar que basta con una postura de buena voluntad para mantenerlo intacto es, en el mejor de los casos, ingenuo, y en el peor, una forma de ocultar la falta de preparación.
Mientras tanto, sectores exportadores, automotrices, agroindustriales y manufactureros ya sienten la incertidumbre. Las empresas no toman decisiones con base en conferencias, sino con base en reglas claras. Y esas reglas hoy están en revisión.
Sheinbaum llega a Washington con un mensaje de continuidad, pero sin explicar qué está dispuesta a negociar y qué no. Trump llega con lo de siempre: presión, cálculo político interno y disposición a usar el comercio como arma. La asimetría es evidente.
México no puede seguir confiando en encuentros rápidos y fotos oficiales para sostener su relación comercial más importante. El T MEC se protege con estrategia, no con declaraciones.

