En Alemania, un grupo de defensores de animales se interpuso a que un granjero vendiera sus vacas a un matadero. El dueño de las vacas accedió a la petición tras ver que a Emma, una de sus vacas, le brotaban lágrimas y su respiración estaba muy agitada.
La imagen recorrió el mundo y es considerada una prueba de que los animales tienen conciencia y emociones, tal como lo demostró un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Cambridge en 2012.
Con información de Upsocl Verde