México se mantiene como uno de los países con mayor uso de efectivo en el mundo. De acuerdo con datos del organismo cúpula de los bancos, alrededor del 80 por ciento de las operaciones diarias en el país se realizan en efectivo, una proporción comparable con economías marcadas por la informalidad y la debilidad institucional, como Irak.
El país ocupa el sexto lugar mundial en transacciones con dinero físico, una señal clara de que el sistema financiero mexicano no logra integrarse plenamente a la vida económica cotidiana. Lejos de ser una preferencia cultural aislada, el uso masivo de efectivo responde a problemas estructurales: informalidad laboral, desconfianza en las instituciones, baja bancarización y una economía donde millones sobreviven fuera del sistema formal.
Este modelo tiene costos altos para el ciudadano común. El efectivo facilita la evasión fiscal, reduce la recaudación y limita la capacidad del Estado para financiar servicios públicos. Al mismo tiempo, deja a trabajadores y pequeños negocios sin acceso a crédito, protección financiera o herramientas para crecer.
El predominio del dinero físico también alimenta circuitos opacos. El efectivo es el combustible ideal para actividades ilícitas como lavado de dinero, corrupción y financiamiento del crimen organizado. En un país golpeado por la violencia, la permanencia de una economía basada en billetes y monedas no es un detalle menor, es parte del problema.
Pese al discurso oficial sobre modernización y digitalización, la realidad es que amplios sectores siguen excluidos del sistema financiero. La banca no llega a comunidades enteras, los costos de servicios siguen siendo elevados y la informalidad continúa siendo la única opción para millones de mexicanos.
Mientras otras economías avanzan hacia pagos electrónicos, trazabilidad y mayor transparencia, México sigue atrapado en un esquema que reproduce desigualdad, inseguridad y rezago. No es solo un dato económico, es un síntoma de un país donde el Estado no logra garantizar confianza, inclusión ni reglas claras.
El desafío no es eliminar el efectivo de golpe, sino construir un sistema financiero accesible, confiable y seguro. Sin eso, México seguirá operando como una economía frágil, vulnerable y fácilmente capturada por intereses ilegales.

