Desde hace años, lectura,
tu lento arado se hunde en mis entrañas,
remueve la escondida fertilidad, penetra
hasta donde lo oscuro —estos es lo oscuro: roca—
rechaza los metales con un chispazo lívido.
Rosario Castellanos
Por: Gargouille Errante
La literatura como el resto de las actividades artísticas y académicas encumbró por años los nombres de varones como los protagonistas de su ejecución, haciendo escasas y menores excepciones con mujeres que contribuyeron y desafiaron los cánones establecidos tanto por la disciplina, como por sus estudiosos.
Por ello, no es de extrañar la presencia de un empeño sostenido por rescatar y redescubrir el nombre y la obra de autoras en todo el mundo. Una tarea que suele provenir de sus pares contemporáneas. Así, esta misma semana, se conmemoró el Día de las Escritoras.
¿Por qué?
Confieso mi ignorancia sobre si existe un propósito concreto, oscuro o banal. Lo cierto es que como lectora identificada con los bellamente atormentados versos de Rosario Castellanos, considero que dedicar la vida a escribir obras literarias y ser mujer supone un desafío para las mismas, debido a las condiciones sociales de sometimiento que existe, pero incluso vislumbro uno mayor para sus colegas varones, acostumbrados a acaparar la atención. No es secreto, lo anterior surge a partir de esa intimidad y cercanía que el convenio por tradición entre congéneres masculinos les dicta.
Sin embargo, cada vez más vemos nombres de mujeres acaparando las estanterías (físicas y virtuales) de novedades y obras completas; es decir, se retoman nombres que en algún momento quisieron se borrados y se apuntala a debutantes, y experimentadas antes ignoradas.
Quienes lleven al menos una década de compromiso con la lectura, en el que se contemple la renovación de su librero y la exploración de títulos desconocidos, coincidirán con quien aquí escribe en que la narrativa hispanohablante no se limita, como pueden llegar a interpretar erróneamente los laxos cursos académicos de la educación básica, media y media superior, al tan aclamado boom latinoamericano. Tenemos un nuevo movimiento, somo testigos de una nutrida generación capaz de incursionar en la novela, el cuento, la novela corta, el ensayo y la poesía.
Sin embargo, como solemos mirar a la historia: estática y acabada, solemos pensar que la literatura es aquella que se hizo, que fue publicada y que guardamos en muebles, cajas, mesitas y mochilas, pero los escritores no se acaban y las escritoras nacen cada año.
En días, en semanas, en meses colmados de caos e incertidumbre las palabras se siguen reproduciendo, para suerte de muchas y muchos, en libros, libros electrónicos, blogs, revistas y hasta diarios personales. Sí, leer «remueve la escondida fertilidad», leer «penetra hasta donde lo oscuro». ¡Que así sea!
Aquí una lista (limitada y arbitraria pero honesta) de autoras que deben leerse:
-Alejandra Pizarnik
-Ámparo Dávila
-Ángeles Mastretta
-Anne Carson
-Carmen Boullosa
-Carson McCullers
-Elena Garro
-Fernanda Melchor
-Guadalupe Nettel
-Margo Glantz
-Patti Smith
-Rosario Castellanos
-Valeria Luiselli
-Yael Weiss