A ti que me escuchas esta mañana en ¡Qué tal, Fernanda! te hago dos preguntas a propósito de este ambiente electoral que estamos viviendo en todo el país desde hace ya varios meses:
¿Qué tanto confías en los políticos que buscan la presidencia de México?
Aunque la respuesta se ha manifestado en una desilusión generalizada por los índices de abstinencia registrados en los últimos procesos electorales, me gustaría que comentes no el partido por el que votarás en julio, sino más bien: ¿por qué no crees en los demás partidos?
Y la segunda pregunta, muy acorde a los acontecimientos de los últimos días, es independiente a los políticos, para los que siempre tenemos señalamientos por sus actos, declaraciones y escándalos. Esta pregunta está dirigida a quien debería vigilar que estos políticos hagan las cosas bien durante el proceso democrático de las elecciones y se respete nuestra decisión:
¿Qué tanto confías en las instituciones electorales? Y como en México la máxima autoridad reguladora electoral es el INE, pues ni modo, la pregunta está relacionada directamente con el Instituto Nacional Electoral.
Para ser lo más objetiva posible en este tema, tomemos como referencia los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2017 del INEGI. Y que conste que esto no es mi opinión o la de un grupo reducido de personas. Estos son datos de una encuesta nacional, lo que dicen millones de mexicanos en todo el país…
Según el INEGI, 2 de cada 3 personas adultas en México desconfían de las instituciones electorales del país. En porcentajes, el INEGI registra una tasa del 68.3% de confianza. Mientras que sólo el 17.8% de la población cree en los partidos políticos.
Hablar de más de 60% puede resultar no tan alarmante para los implicados en estos resultados, es decir para los partidos y para el INE, pero seguramente algo están haciendo mal las instituciones oficiales encargadas de brindar seguridad cuando también vemos que el 87.3% confía más en la opinión de sus familiares, el 76.8% en las universidades públicas, el 69.8% en los vecinos y el 68.9% en lo que opinan los compañeros de trabajo.
¿No es grave para la gobernabilidad y democracia de un país que las distintas opiniones personales, que pueden ser completamente subjetivas y carentes de información veraz, sean más confiables que sus propias instituciones encargadas de ser parte reguladora y logística de los procesos electorales?
Y entonces tanto partidos políticos como el INE se preguntan por qué la gente no cree en ellos. Pero también los ciudadanos les preguntamos a ellos: ¿Por qué si me dicen una cosa tengo que creerla? ¿Por qué debo creerles si a través de muchos casos, escándalos y falta de claridad en el ejercicio de sus competencias nos han demostrado que cosas que no están bien?
Creo que como organismo público, creado para servir a los mexicanos y encargado de algo tan importante como la elección de los que decidimos que sean nuestros gobernantes, el INE debe generar una confiabilidad por encima de los partidos políticos, de los medios de comunicación y de cualquier otra instancia. Pero no sucede. ¿Y por qué motivos?
Por los mismos motivos que generan desconfianza en otras instituciones públicas que parecen más preocupadas de servirse a sí mismas que a los ciudadanos. ¿De qué estoy hablando? Del tema que siempre nos hace ruido a los mexicanos que debemos tener más de un trabajo para poder tener un estilo de vida digno y ofrecer lo mejor a nuestra familia: los sueldos en estas instituciones públicas.
Para empezar, qué tal los sueldos de los Comisionados, que reciben anualmente más de 4 millones de pesos, mientras que los demás empleados del INE reciben de 250 mil a casi 30 mil pesos mensuales para los puestos más modestos como el de mensajero.
No sé cuántos de los que escuchan en este momento el programa son mensajeros o han tenido este trabajo en alguna empresa y les han pagado 30 mil pesos. Si es el caso, seguramente siguen con ese empleo porque quién dejaría un sueldo así en un país donde el salario en alguna de estas empresas de mensajería privada es de entre 4 y 7 mil pesos al mes.
Y en el caso de los choferes, el sueldo ronda en 50 mil pesos mensuales. Cada magistrado que integra el Tribunal Federal Electoral recibe casi 7 millones de pesos anuales. En pocas palabras, si revisamos el tabulador del INE la democracia le cuesta a México 40 mil millones de pesos anuales, mientras más de 53 millones de mexicanos están en situación de pobreza.
Posiblemente por eso el INE decide elegir la opción más “barata” cuando necesita contratar los servicios de una empresa que le promete hacer una aplicación, por aquello de que no se les vaya a salir del presupuesto, aunque ya en ocasiones anteriores les haya quedado mal. Es como aquel refrán de “más vale malo por conocido…”
Esto no es un ataque ni una campaña de desprestigio, como se llegó a comentar en los medios el miércoles y ayer jueves. ¡Qué tal, Fernanda! es un programa donde todos tienen voz, donde se ha invitado a todos los candidatos y aquí han estado los que han querido venir. Donde se le dio espacio a Armando Ríos Piter y cuando el INE pidió su derecho de réplica se le dieron los mismos 30 minutos que a Ríos Piter y hoy tendrá otra media hora.
Y si hay algo que hace distinto a este programa es que fuera de las notas que otros medios cubren, el periodismo de vida es aquel que está cerca de la gente, desde el directivo de la empresa más grande del país, hasta lo que nos pasa a ti y a mí a diario. Lo que te importa a ti, me importa a mí.
En este tema del INE no soy la única molesta. Creo que antes de creer que hay una campaña de desprestigio que inició este miércoles, el INE debe voltear a ver esas cifras del INEGI y preguntarse por qué 2 de cada 3 mexicanos no confía en ellos. Ese es el verdadero tema.
Y sobre esto mismo es que hoy te pregunto a ti que me escuchas: ¿Confías o no en lo que hace el Instituto Nacional Electoral? ¿Por qué sí o por qué no?
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