Historia de las campañas electorales

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¿Cuántas veces, tan sólo en lo que va de la mañana, se ha repetido ese anuncio de radio y televisión del partido que te saca ronchas?

¿Ya te sabes la canción de aquel candidato o el lema del otro que no para de asegurar que él sí va a ganar las elecciones? ¿Estás preparado para otros seis meses de esto y mucho más? Porque para que lo sepas, esto es sólo el inicio de las famosas “campañas electorales”.

Pero, ¿qué crees? Esto no es algo nuevo. Desde hace siglos existen, aunque con ciertas diferencias…

En la antigua Pompeya, durante el Siglo 7 antes de Cristo, la llegada de la primavera indicaba también el inicio de las elecciones para los principales cargos de la localidad. En el foro, que era como el zócalo principal; en las tabernas; en la escuela de lucha, llamada palestra; y en los baños públicos abundaban los comentarios sobre las virtudes y defectos de los candidatos.

Las paredes de las casas y establecimientos se llenaban de carteles electorales, pues recordemos que la política de Pompeya estaba dominada por el ordo decurionum. Esta asamblea, similar al Senado romano, estaba conformada por 100 decuriones, que eran siempre miembros de las familias más prestigiadas de la colonia.

Los decuriones eran vitalicios y ellos mismos designaban a los nuevos miembros de la asamblea, que eran las personas más influyentes y adineradas de la ciudad. Pero las decisiones de este ordo decurionum eran ejecutadas por dos tipos de magistrados que sí eran elegidos por los ciudadanos con derecho a voto para un período de un año.

Primero estaban los duunviros o magistrados superiores, que se encargaban de asuntos jurídicos y económicos, como la revisión del censo de los habitantes y sus propiedades, cada 5 años. Y después estaban los ediles, encargados de la red viaria, la vigilancia del mercado, el orden púbico y la conservación de los edificios públicos y religiosos.

En Pompeya no todos tenían derecho a votar. De los habitantes, se excluían esclavos, mujeres y niños, quedando sólo unos 250 mil varones. Lo cual también originaba que pocos lograran ser aspirantes a los cargos.

Entre los requisitos para ser candidato al cargo de edil estaba haber nacido hombre libre, residir en la colonia o sus inmediaciones, ser mayor de 25 años, pero sobre todo ser millonario, con un patrimonio mínimo de 100 mil sestercios, lo que hoy serían como 3 millones 059 mil 186 pesos. ¿Pero por qué debían ser millonarios?

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Porque los cargos de edil y duunviro no tenían paga y los elegidos debían gastar de su propio dinero sumas importantes a favor de los ciudadanos, organizar espectáculos teatrales y de gladiadores, financiar construcciones y donar dinero personal al erario público. Además de pagar los gastos de su campaña electoral.

El proceso iniciaba con la presentación de el candidato en el foro, por uno de los duunviros en ejercicio que ya había comprobado que cumpliera con los requisitos y posteriormente se publicaba la lista con todos los candidatos. Entonces, comenzaba la campaña electoral que duraba 3 semanas, durante las cuales los candidatos buscaban el voto de las personas a las que les convenía su elección, dentro de su mismo círculo social.

Después se buscaba el voto de la gente común, por medio de la propaganda electoral. Carteles en las paredes en negro y rojo se encontraban por toda la ciudad. Y a propósito de los carteles, era todo un arte que realizaban pintores durante la noche, subidos en escaleras y alumbrados por un asistente. Muchas veces se escribía en ellos quiénes los escribieron y hasta cómo lo hicieron, como uno de los hallados que dice: “Lo escribió Segundo, con la ayuda de Víctor, que blanqueó la pared, y del ayudante Vesbino.”

Otro dice: “Lo escribió Emilio Céler, él solo a la luz de la luna.” Y hasta se incluían advertencias para conservarlos, como el que dice: “Envidioso que lo borras, ojalá te pongas enfermo.”

Todos los carteles tenían un mismo diseño: En primer lugar y en elegantes letras enormes figuraba el nombre del candidato y el cargo al que aspiraba. Debajo, en menor tamaño, se añadían exhortaciones como: “Os pido que hagáis duunviro a Gayo Julio Polibio”. Y después los nombres de las personas que hacían la propuesta, que recibían el nombre de rogatores.

A veces, grupos sociales o de oficios particulares ofrecían su apoyo a determinado candidato. Como los panaderos, los agricultores, los peluqueros, los fruteros, etc. Hagan de cuenta como hoy los sindicatos que en ocasiones apoyan todos a un mismo postulante. Las mujeres también se unían para patrocinar carteles, aunque no podían votar.

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En lugar de añadirse promesas electorales, esta propaganda incluía las cualidades morales del candidato. Uno de los que se encontraron dice: “Si se cree que la modestia sirve en la vida para algo, este Lucrecio Frontón es digno de un buen cargo.”

Según el Manual del candidato, escrito por Quinto Cicerón, para su hermano el famoso orador Marco Tulio, se recomendaba:

“Acudir diariamente al foro y rodearse de un séquito considerable que haga patente la popularidad del candidato. Una vez allí, el aspirante ha de saludar a la gente llamándolos a cada uno por su nombre. Si no goza de buena memoria, puede recurrir a un esclavo llamado nomenclator, pero es mucho mejor acordarse por uno mismo, ya que la impresión del votante es mayor.”

También se recomienda ser de carácter agradable o fingirlo y adaptar su aspecto y discurso a las personas con las que se encuentra. Ser accesible y tener buen ánimo era imprescindible. Una casa llena donde la gente deseara tratar con el candidato era signo de prestigio social.

El día de la votación todos los ciudadanos con derecho a voto acudían a una sola convocatoria, a la misma hora y en todos los distritos o barrios. En el lugar había espacios propios para cada votante, con una mesa electoral custodiada por oficiales para que todo se llevara a cabo en orden. Y los candidatos podían colocar interventores propios que aseguraban la transparencia del proceso.

Cada ciudadano depositaba su voto por medio de tablillas en una urna o cesta. El voto único de cada distrito se asignaba al candidato que había obtenido la mayoría de votos individuales. En caso de empate, se daba preferencia a quien tuviera hijos o más hijos, en caso de que los dos tuvieran descendencia. Si persistía el empate, todo se arreglaba por un sorteo.

Finalmente, los candidatos ganadores tomaban posesión de su cargo el 1 de julio.

¿Qué tal? ¿Hay muchas diferencias o más similitudes con nuestras actuales campañas electorales?

A ti que me escuchas en este periodismo de vida, te invito a que me escribas a las redes sociales de QTF y comentes qué te desagrada más de las campañas electorales y qué crees que falta que hagan los candidatos para ganarse tu voto?

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