En la madrugada del Jueves, fue asesinada la concejala Marielle Franco (39) en un claro atentado contra su persona. Ella viajaba en un coche con su conductor y una asesora, cuando otro automóvil se puso a su lado y disparó hasta nueve tiros antes de huir, en pleno centro de la ciudad.
El asesinato provocó un reguero de reacciones y protestas en todo el país contra un acción que el propio presidente, Michel Temer, calificó de «atentado a la democracia». Franco denunciaba los abusos policiales en los barrios más pobres de la ciudad y luchaba por los derechos de las mujeres negras y en las últimas elecciones municipales fue la quinta concejal más votada de la ciudad.
Marcelo Freixo, candidato del partido a la alcaldía en las últimas elecciones, explicó que Franco no había sido amenazada previamente, pero aseguró que el crimen fue un acto premeditado, como apuntan todos los indicios. En la tarde de ayer, una multitud tomó el centro de Río para acompãnar los restos mortales de la política asesinada hasta la sede de la cámara municipal, donde se instaló la capilla ardiente. Hubo también importantes manifestaciones en otras ciudades del país como São Paulo.
Dilma Rousseff declaró estar «impresionada, estremecida e indignada». Amnistía Internacional y la organización de abogados del país exigieron al Gobierno una investigación rigurosa para aclarar las motivaciones del asesinato. «Es un crimen contra toda la sociedad y ofende directamente los valores del Estado de derecho», afirmó en un comunicado la Orden de Abogados de Brasil (OAB).
Con información de El País