Hollywood es un cementerio de sueños. Por cada historia inspiradora donde un alma esperanzada ve cómo sus anhelos de fama y éxito se vuelven realidad, existen miles de desafortunados infelices ganándose la vida en trabajos mal pagados con la vana ilusión de triunfar algún día. Las quimeras inalcanzables están a la orden del día, edificadas sobre historias condenadas al olvido.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando el fracaso absoluto termina por convertirse en un logro en sí mismo? Esta es la curiosa historia real sobre la que versa ‘The Disaster Artist: Obra Maestra’ (‘The Disaster Artist’, d. James Franco) una hilarante, emotiva, auténtica y genuina obra meta-referencial que nos provoca a creer que, al menos en lo que al cine se refiere, existe alguna clase de deidad que se apiada de sus hijos más desamparados en lo que a talento artístico toca.
Dave Franco interpreta a Greg Sestero, uno de los protagonistas detrás de la película ‘The Room’, de 2003. El mencionado filme se ha convertido en un objeto de culto a lo largo de los años por la bien ganada fama de ser una de las producciones más absurdas, incongruentes, ineptas y ridículas en la historia del Séptimo Arte. No exagero, pueden constatarle en YouTube, lugar donde reside no solamente esta obra en su total estupidez, sino donde también hallamos decenas de videos de parodia o de reseñas que se burlan ampliamente de su existencia.
Sestero tenía la clásica historia de cualquier joven aspirante a actor: obtener la fama. En el transcurso de una clase de actuación en su ciudad natal conoce al enigmático Tommy Wiseau (James Franco), un tipo tan extraño y atípico capaz de incomodar a cualquiera con su mera presencia. Tommy afirma tener la misma edad de Greg (unos 23 años, más o menos), pero basta mirar su cara semiparalizada por cirugías estéticas y su mismo entorno para hacer evidente que rebasa holgadamente los 40.
Mentir sobre su edad es solamente la primera capa de enigma en torno a Wiseau. Él atribuye su rarísimo acento a ser “originario de Nueva Orleans”, pero queda claro que hay evidencia suficiente para situar su nacionalidad en algún país de Europa del Este. Por último nos queda el pasado de Tommy: posee múltiples residencias (una de ellas en Los Ángeles), un lujoso automóvil del año, un guardarropa caro y una cuenta corriente capaz de sustentar la millonaria producción de una película entera, pero el origen de su dinero es tan nebuloso como el resto de su persona. Aún hoy en día se especula sobre si el Wiseau de la vida real es un ex criminal de guerra serbio, un narcotraficante ruso o… un vampiro.
Sí, eso último suena ridículo, pero tras algunos minutos de ver al curioso “actor” interactuando con el inocente Greg percibimos que cualquier historia construida en torno a su figura tiene un cierto margen de credibilidad. Los dos seres son enteramente distintos, pero forjan un vínculo inquebrantable de amistad a través del cine y del deseo de ser famosos. Sestero percibe en Wiseau a un tipo que no le teme al fracaso o al ridículo, y Tommy ve a su vez en Greg a un amigo leal y a un novato necesitado de una mentoría. El hecho de ser incapaz de cubrir satisfactoriamente cualquiera de estos dos aspectos no desanima a Wiseau en su afán de reinventarse.
La historia se apega al libro escrito por el propio Sestero como testimonio de vivencias que hoy día le siguen pareciendo difíciles de creer. Después de que ni él ni Tommy logran encontrar ese contrato actoral con el que soñaban en un principio, el segundo tiene una revelación: ¿por qué no filmar su propia película? Wiseau se convierte de la noche a la mañana en productor, guionista, director y actor principal de ‘The Room’… y no tiene una sola migaja de talento en ninguno de los cuatro puestos. No importa, su fiel Greg le apoya en todo momento y le compra por completo la idea.
El resto, como dice el refrán, es historia. La película es sumamente divertida como ejercicio catártico para todo aquél que alguna vez pensó “yo podría hacer algo mejor” al terminar de ver un mal filme, pero adquiere tintes de grandeza cuando nos percatamos de que esa terrible producción está generando una película francamente brillante. James Franco ha quedado empañado recientemente por los escándalos sexuales que reescriben cada día el paradigma de poder que opera sobre Hollywood, pero en un mundo de justicia debería haber sido nominado por su interpretación de Tommy Wiseau y al menos considerado en la terna de Mejor Director.
Resulta aún más curioso ver que su propio hermano interpreta a Sestero con la dinámica fraternal que reinó entre los personajes reales. El resto del elenco se apoya en un hilarante Seth Rogen como el supervisor de guión que termina por asumir control de la dirección de ‘The Room’, convirtiéndose en el némesis de Tommy. Alison Brie destaca como Amber, novia de Greg y “tercera en discordia” en la relación entre los dos amigos. La presencia de veteranos como Melanie Griffith, Bryan Cranston y Sharon Stone redondea una historia plagada de momentos manufacturados para obedecer a la surreal voluntad de los cineastas amateurs en busca de trascendencia.
El cinismo pudo haber hecho presa fácil de ‘The Disaster Artist: Obra Maestra’ en diversas instancias, pero se agradece que el sentido común haya prevalecido. Tomando en cuenta todos los factores que pueden salir mal en una producción profesional, a veces hay que considerar como un pequeño milagro que una película llegue a producirse del todo. Si añadimos un par de ineptos a la ecuación, descubrimos que las posibilidades de éxito se reducen a nada. Es cuando vemos la inversión emocional detrás de cualquier labor creativa que tenemos que sonreír ante la existencia de tipos como Tommy y Greg: su quijotesca labor provoca risa, sí, pero en el fondo queremos que algo salga bien para ellos al final. ¿Y hay algo que sea más “Hollywood” que el anhelo de un final feliz?
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