Las películas basadas en populares libros suelen arrastrar consigo el irreal peso de las expectativas. Por cada exitosa adaptación tenemos docenas de productos inferiores que, la mayor parte de las veces, se preocupan más por ser fieles al material base que por brillar con luz propia como productos de otra naturaleza.
Por desgracia ‘La Chica del Tren’ (The Girl On The Train, d. Tate Taylor) cae claramente en el terreno de los filmes que confiaron ciegamente en la premisa de la obra escrita, en lugar de plantear un dilema propio que no depende de leer el libro para funcionar con eficiencia.
La película gira en torno a la figura de Rachel (Emily Blunt), una alcohólica cuya miserable vida deriva de su incapacidad de tener hijos, y quien forma en su mente una existencia idílica para Megan (Haley Bennett), la rubia y atractiva chica a quien ve diariamente desde la ventana del tren en sus trayectos cotidianos.
La imaginación de Rachel refleja sus propias carencias y desnuda sus fantasías, hasta que ocurre algo inexplicable: la protagonista despierta tras una caída experimentada al dejar el tren. La memoria no le permite descubrir qué ha sucedido, pero el hecho de verse manchada de sangre por todas partes sugiere que algo terrible va implícito en la respuesta. Sus temores se confirman al notar que la perfecta Megan ha desaparecido sin dejar rastro.
Blunt es magistral en su interpretación de Rachel, y quizá este elogio le sea valedero para buscar una nominación, porque ciertamente la película, en sí misma, no sabe siquiera lo que está sucediendo. Rachel sigue en contacto con su ex esposo Tom (Justin Theroux), así que inicia sus pesquisas a su lado sin importarle mucho la presencia de su nueva pareja, la fría y distante Anna (Rebecca Ferguson).
La progresión en la que Rachel busca hallar pistas suficientes parar desentrañar el misterio del paradero de Megan, por noble que nos parezca, carece de mucho sustento en el ambiente detectivesco. La vemos actuar de manera intuitiva, pero su mundo está poblado por personajes que nos cuesta trabajo entender más allá de sus “presuntas cualidades” o de sus “vicios y obsesiones”. La falta de profundidad en esos roles constituye una auténtica frustración para los miembros de la audiencia que no estamos familiarizados con el libro.
Pongamos, por ejemplo, el personaje de Scott, pareja de la desaparecida Megan. Luke Evans lleva a cabo una interpretación convincente del rol, pero es el rol mismo el que llena de agujeros la trama. Y no es el único, a decir verdad. También hay que desglosar el papel en la historia del Dr. Kamal Abdic (Edgar Ramírez), quien parece estar constantemente atorado en función de “extraño misterioso” que podría tener alguna especie de relación adúltera con su paciente (Megan), pero que termina por fastidiarnos con motivaciones pobremente escritas.
Decepciona un poco que el director Taylor, elogiado por su trabajo en ‘The Help’ (2011) no se haya tomado la molestia de desprender a sus personajes de los confines de la novela para asignarles personalidades más agudas y convincentes. Cuando una historia que no cuenta con una narrativa estable (a raíz de que su narradora es “inestable” por definición) deja escapar detalles explícitos para la resolución del conflicto, esperaríamos cosas menos clichés que repasar las historias de vida de múltiples mujeres en ambientes suburbanos.
¿Qué funciona en ‘La Chica del Tren’? Ya mencionamos a Blunt, quien adopta con precisión los manerismos de una alcohólica y los incorpora a las necesidades definitorias de su papel. Pero la verdad es que el resto del elenco luce muy bien en los respectivos roles… sin que estos nos importen como deberían.
El problema más serio, sin embargo, no será el que imaginarías tratándose de una adaptación: la gente que se queja de que no es tan fiel como debería serlo al material base. No, aquí hay algo mucho más serio: las comparaciones con una película (‘Gone Girl’) que contaba con una trabajo mucho más serio en lo que a manejo de expectativas se refiere.
Este tren se salta de las vías desde muy temprano, y cuesta mucho trabajo tolerar los esfuerzos múltiples por traerla de vuelta al camino lógico. Si leíste el libro, imagino que no estás del todo satisfecho con lo que viste en pantalla. Pero es peor el descubrir que el enorme potencial detrás de una producción esmerada se perdió irremisiblemente, y que hubiera sido mejor quedarnos con la versión escrita.
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