Todos hemos tenido un mal día: las cosas no nos salen como deberían, la gente hace burla de nuestro fracaso y la frustración hace presa de nuestras personas, dejándonos expuestos y vulnerables ante los golpes que la vida nos tiene preparados a lo largo del diario acontecer. Esto es normal. Pero ahora imagínate a alguien que no está teniendo un mal día, sino una mala existencia.
Ése es Charlie Brown. Ya lo conoces: el niñito cabezón y poco pelo que ha hecho de la derrota un leit motif, blanco de las críticas por parte de sus amiguitos y estandarte para quienes sufren un descalabro tras otro en todo lo que se proponen hacer. Quizá no conozcas a alguien tan patético como el protagonista de ‘Snoopy y Charlie Brown, Peanuts: La Película’ (The Peanuts Movie, d. Steve Martino), pero hay elementos en él que de seguro has encontrado en gente cercana a ti… o quizá en tu propia persona.
Esta cinta animada, basada en la inmortal tira cómica creada por Charles M. Schultz, es una de las propiedades intelectuales originales más preciadas en la cultura popular moderna. El mundo de niños creado por Schultz, donde los adultos son presencias invisibles y prácticamente inaudibles, siempre se fincó en una realidad inocentona cuyos elementos de fantasía eran aportados por Snoopy, el fiel perro de Charlie Brown, quien vivía curiosas aventuras de la imaginación sin salir de su idílico vecindario en un típico poblado de los Estados Unidos. Quienes estén familiarizados con esta serie sabrán que sus viñetas están llenas de momentos emotivos, profundas enseñanzas y curiosas reflexiones sobre la vida diaria, pero siempre guiados de la mano de esos niños y sus particulares personalidades.
Está Lucy, la dominante niña con una opinión tan elevada de sí misma que se permite dar ayuda psicológica a los demás niños por el módico precio de 5 centavos por sesión (una ganga). Su hermano Linus es noble y sabio pese a su corta edad, aunque también tiene una dependencia patológica en torno a una mantita de la que nunca se aparta. El talentoso Schroeder vive para interpretar a Beethoven en su pianito portátil. La atlética y desenfadada Peppermint Patty es la “chica alfa” que se da el lujo de acompañarse de una incondicional seguidora en Marcie, quien incluso se dirige a ella como “señor”. Y no olvidemos a Sally, hermana de Charlie, voluble y voluntariosa un minuto, dulce y adorable al poco rato.
Ellos son tan sólo algunos de los interesantes niños que habitan el universo de “Peanuts”, pero el filme gira alrededor de las historias paralelas del infortunado Charlie Brown y su multifacética mascota. El primero sabe que su lugar en el mundo está perpetuamente marcado por el fracaso ante todos los desafíos. Es incapaz de volar una cometa aún en condiciones climáticas óptimas. Sentimentalmente es un desastre, pues su inseguridad es el ancla que le impide externar lo que siente hacia cualquier chica guapa. Y no olvidemos que es tan talentoso para el béisbol como Donald Trump lo es para la diplomacia.
De pronto hay una oportunidad para que el atribulado niño vuelva a escribir su historia: unos nuevos vecinos se mudan frente a su casa, y una hermosa niñita pelirroja viene con ellos. De inmediato flecha el corazón del protagonista, quien se empeñará en cuerpo y alma por demostrar que no es la calamidad con patas que todos conocemos. Por otra parte tenemos a su perro Snoopy, quien es el polo opuesto de Charlie en lo que a autoestima se refiere. El inquieto can escribe novelas en sus ratos libres, cultiva una sincera y desinteresada amistad con un pajarillo llamado Woodstock y hasta vive una fantasía en pantalla donde rescata a una atractiva perrita de nombre Fifi, todo enmarcado en los cielos de la Primera Guerra Mundial donde el temible piloto de combate alemán conocido como el Barón Rojo constituye su gran adversario. Hey, nadie dijo que Snoopy fuera un perro de gustos simples.
Los simpáticos esfuerzos de niño y mascota por “quedarse con la chica” están llenos de imágenes familiares para los devotos del cómic, pero también ofrecen un efectivo vehículo para interesar a los neófitos en este singular mundo. Hay algo extremadamente noble en el esfuerzo de Charlie por sobreponerse a sus circunstancias, pese a que el historial juega en su contra, mientras que las aventuras de Snoopy sacan a relucir una vida llena de posibilidades y triunfos en ciernes, como si el perro representara los anhelos y alcances que el humano ni siquiera se atreve a soñar.
Pero esto puede sonarte demasiado profundo para una cinta animada, así que hay que analizarla desde el punto de vista infantil: la película es extremadamente efectiva. Es entretenida, visualmente agradable, su narrativa es ágil y su mensaje es sencillo, pero inspirador. La música, incluyendo el emblemático tema de Vince Guaraldi, es simplemente absorbente. Eso sí, olvídate de esas frenéticas cintas de animación moderna donde la espasmódica edición y los colores saturados asaltan tus pupilas de manera inclemente. Los realizadores se empeñaron en recrear el apacible ritmo de un dibujo tradicional, y cumplieron dicho cometido sin sacrificar nada en la estética visual.
Al final del día, ‘Snoopy y Charlie Brown, Peanuts: La Película’ es una cinta familiar que cumple con su cometido y rebasa las expectativas. Si te identificas con las tribulaciones de Charlie Brown, aprenderás que las recompensas residen en esos momentos donde dejas que tu esencia aflore, reflejando tu verdadero ser y no lo que quieres que otros vean en ti. Y si eres más del tipo de Snoopy, sabrás que soñar no cuesta nada y que enfrentar los obstáculos con aplomo y estilo también puede rendir frutos. En resumen: no importa cuántas veces te tropieces, sino la disposición que tengas para ponerte de pie una vez e intentarlo de nuevo.
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