Porque cada año pasa lo mismo: se acerca junio y de pronto alguien pregunta en la oficina o en el grupo de WhatsApp de la familia:
—“Oigan, ¿cuándo es el Día del Padre?”
Y lo único que se escucha es silencio, grillos invisibles, alguien buscando en Google a escondidas, y una tía diciendo:
—“Creo que es después de la quincena, ¿no?”
Y sí, resulta que el Día del Padre en México se celebra el tercer domingo de junio, pero hay que decirlo claro: muy pocos lo recuerdan. No es como el 10 de mayo, que está escrito en piedra y nadie se atreve a olvidar. Mamá tiene su día asegurado: hay pastel, flores, serenata, festivales escolares y hasta comerciales con música emotiva. Papá, en cambio… tiene su día si no hay partido de la liguilla.
La diferencia es tan grande que uno pensaría que el Día del Padre lo inventó alguien en la fila del súper y que se fue haciendo viral por accidente.
Y no es que los papás quieran globos o piñata, pero mínimo una fecha que no suene a “relleno de calendario”. Porque cada año es lo mismo:
“Feliz día, jefe”, le dicen con un apretón de manos y una carne asada… que termina pagando el festejado.
Ahora bien, el Día del Padre no es tan improvisado como parece. De hecho, tiene un origen bastante noble.
Todo comenzó en 1910 en Estados Unidos. Una mujer llamada Sonora Smart Dodd, inspirada por el Día de las Madres, quiso rendir homenaje a su papá, un veterano de guerra que crió solo a ella y a sus hermanos. Sonora propuso celebrarlo el 5 de junio, que era el cumpleaños de su padre, pero como no hubo tiempo de organizar el festejo, se recorrió al tercer domingo de junio.
Y de ahí, poco a poco, la tradición se fue adoptando en otros países, incluido México.
Así que ya se sabe: el Día del Padre es el tercer domingo de junio… Aunque la mayoría lo tiene ‘extraviado’ como si fuera el control remoto del televisor.