jueves, octubre 9, 2025

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El puente de flores que guía a los muertos: la historia sagrada del cempasúchil

Cada 1 y 2 de noviembre, las calles de México se tiñen de un color que no se olvida: el anaranjado profundo del cempasúchil.
Y aunque muchos lo ven como adorno, pocos saben que esta flor nació de una historia de amor… y de despedida.


Xóchitl y Huitzilin: un amor que ni la muerte pudo apagar

Cuenta la leyenda mexica que en tiempos antiguos, vivían dos jóvenes profundamente enamorados: Xóchitl y Huitzilin.
Subían juntos a lo alto de los cerros para ofrecer flores al dios del sol, Tonatiuh.

Pero un día, la guerra llegó.
Huitzilin fue llamado a luchar… y no volvió.
Devastada, Xóchitl subió una vez más a la cima del cerro, pero esta vez sola, y le rogó al dios del sol que los reuniera.

Tonatiuh, conmovido, transformó a la joven en una flor de muchos pétalos dorados, que brillaban como el sol mismo.
Poco después, un colibrí —ligero, vibrante, imposible de atrapar— se posó sobre esa flor.
Era Huitzilin.

Desde entonces, cada vez que el colibrí vuelve al cempasúchil, los amantes se reencuentran.


¿Por qué guía a los muertos?

En la cosmovisión mexica, los muertos no regresaban solos: necesitaban señales, caminos, luz.
El cempasúchil, con su aroma intenso y su color brillante, se convirtió en ese puente.

Por eso se esparcen pétalos desde la puerta hasta el altar.
Por eso se llenan los campos santos de flores.
Porque los muertos caminan sobre ellas.

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