Una tormenta que duró minutos desató caos: inundaciones en calles, colapso del Metro, cierre temporal del aeropuerto y hospitales afectados. Muchos se preguntaron: ¿entonces para qué pagamos impuestos?
En zonas como Cuauhtémoc, Venustiano Carranza e Iztacalco, el agua llegó hasta cinco centímetros dentro de centros médicos. Lo mismo pasó en la terminal 2 del Aeropuerto internacional. El servicio de tren fue suspendido por explosiones y fallas eléctricas.
Clave: los impuestos que todos pagamos deben traducirse en infraestructura resistente y servicios públicos dignos. Cada año, las familias pagan para caminos transitables, drenajes eficientes, sistemas de salud y transporte seguro. Sin embargo, cuando fallan estos servicios básicos, los más afectados somos los ciudadanos.
En contraste, otros países destinarían parte de los ingresos fiscales a proyectos preventivos —como sistemas urbanos de captación, drenajes verdes o mantenimiento regular— que hoy son urgentes en CDMX. En otros lugares, un sistema fallido obligaría a una reforma de fondo: no solo parches mediáticos, sino decisiones estructurales.
Lo que opina Fernanda Familiar:
“No es culpa de la lluvia. Es el reflejo de una ciudad que no invierte en sus cimientos. Pagar impuestos no debería ser un acto surrealista. Debería significar menos caos, no más.”