Hacer cine de superhéroes en la actualidad se ha tornado en un asunto más complicado de lo que el género merece. Al parecer no se puede plantear siquiera la historia de un nuevo personaje sin pasar por las obligadas comparaciones con otros personajes similares, sus tratamientos en películas previas, la agenda narrativa que persiguen, su futuro en el gran espectro que ocupan al lado de los demás superhéroes… vamos, el asunto es que nos tomamos demasiado en serio a seres nacidos de historietas que luchan contra el mal enfundados en trajes multicolores.
Quizá el mayor acierto en una película como ‘Mujer Maravilla’ (‘Wonder Woman’, d. Patty Jenkins) es pasar por alto las complicaciones que el propio Universo Cinematográfico de DC Comics ha planteado en sus entregas previas, concretándose a hacer lo más lógico: narrar una historia de origen empática a través de una protagonista que rebosa carisma y patea traseros en igual medida.
La historia a la que nos refiere esta cinta parte de la mitología griega, diciéndonos que el dios Zeus creó a los hombres que después fueron corrompidos por su hijo Ares, dios de la guerra. Esto desencadena un gran conflicto en el que la belicosa deidad es derrotada, y los hombres son salvados por al amor que brinda una orgullosa raza de guerreras indomables, las Amazonas. Sin embargo, al paso del tiempo, estas son sometidas y acaban por rebelarse, emigrando a una paradisiaca isla oculta por poderes divinos, en espera de volver a salvar al mundo si Ares vuelve a las andadas.
Esta historia nos es contada por Hipólita (Connie Nielsen), la mismísima reina de las Amazonas, quien le explica así a su pequeña hija Diana la misión que tienen en este mundo y la importancia de permanecer en el aislamiento de su perfecto reino habitado únicamente por mujeres. Las Amazonas viven constantemente preparándose para una guerra que no saben cuándo llegará, pero la cautelosa reina quiere mantener a su preciada heredera al margen de dichas tribulaciones.
Esta labor no es fácil, pues Diana muestra desde la niñez una proclividad a la aventura y a enfrentar los desafíos difíciles, alentada por la mayor guerrera entre las Amazonas: su tía Antíope (Robin Wright). Vemos crecer a Diana bajo un estricto régimen de entrenamiento en diversas formas de combate, y es obvio que hay algo en ella algo más especial y complicado que lo que se le ha inculcado desde la cuna.
La apacible existencia de las Amazonas de Isla Paraíso se rompe de repente con el aterrizaje forzoso de un avión de combate de la Primera Guerra Mundial tripulado por el osado Steve Trevor (Chris Pine), quien es rescatado de ahogarse por una Diana adulta (Gal Gadot) y de inmediato se ve involucrado en una escaramuza librada entre sus persecutores, pertenecientes a la armada alemana, y las aguerridas pobladoras de la isla.
Trevor es interrogado y Diana se da cuenta de algo aterrador: hay todo un mundo desconocido más allá del velo protector que rodea a la isla, y dicho mundo está al borde del colapso por un conflicto armado a gran escala. Su madre quiere retenerla a su lado, pero sabe que la voluntariosa princesa no se quedará cruzada de brazos ante la creciente amenaza, que sólo es explicable a través del regreso de Ares a la tierra. Armada con un escudo y con una espada suficientemente poderosa para “matar dioses”, Diana parte con Steve hacia ese mundo inhóspito en pos de la misión que justificará el destino de las de su raza.
La dirección de Jenkins y el guión de Allan Heinberg nos llevan pacientemente por este universo de descubrimiento mutuo donde la curiosa guerrera indaga toda clase de aspectos sobre el mundo de los hombres, mientras que el paciente Steve procura hacerle entender que la humanidad es más complicada que una simple lucha entre el bien y el mal. Es refrescante descubrir que este eterno “leit-motif” del género de superhéroes puede ser retomada una vez más, pero con tintes adicionales para explicarnos lo complicadas que pueden ser las relaciones entre mujeres y hombres. El mundo que Diana descubre considera al sexo femenino como un elemento ornamental, primariamente al servicio de hombres que no parecen muy coherentes con su proceder en múltiples aspectos.
Las reflexiones de esta índole nunca se interponen en el camino de una cinta llena de acción y aventura. Las secuencias donde las Amazonas entran en combate son tan elegantes como un grabado helénico pero tan intensas como las mejores exponentes del cine épico. Sin embargo detrás de toda guerra existen consecuencias terribles, y la historia no deja que pasen desapercibidas.
Si bien el sustento de ‘Mujer Maravilla’ descansa sobre los hombros de su atractiva protagonista, Gadot no es lo único que brilla en la película. Danny Houston es amenazador en el rol del villano Ludendorff, Elena Anaya es una efectiva amenaza como la “Doctora Veneno” Isabel Maru, y David Thewlis sobresale interpretando a Sir Patrick, una figura cuyas motivaciones nos mantienen en duda en el transcurso de la trama. Al completar el reparto con un equipo multinacional de colegas de Steve Trevor (Saïd Taghmaoui, Ewen Bremner y Eugene Brave Rock), tenemos un cuadro histriónico que abarca toda clase de emociones.
Emociones que, a final de cuentas, mueven al personaje central y nos hacen creer en su misión de vida. Esta superheroína es una combatiente sin par en el mundo, con habilidades más allá de lo racional, pero también sabe mostrar un lado vulnerable en el dolor genuino que siente al adentrarse en el universo de la maldad humana y sus múltiples vertientes. En este sentido ‘Mujer Maravilla’ no abusa de la actitud mesiánica del ‘Superman’ de cintas previas, ni del fatalismo pesimista de la más reciente encarnación de ‘Batman’. Tampoco hay que confundir la película con “cine feminista” ni ninguna clase de agenda social descarada. Es simplemente un filme que reflexiona sobre la misión de los héroes y villanos, su humanidad y sus motivaciones, todo narrado de una forma ágil y consistente. No era tan difícil después de todo, ¿cierto, DC?