¿Qué es más noble: fracasar por exceso de ambición o cumplir con las expectativas al no arriesgar demasiado? La respuesta lógica sería lo primero, pero esta clase de lógica suele no ser aplicable a las grandes producciones de Hollywood. El mundo del cine reserva los “experimentos fallidos” para pequeñas cintas independientes, pero las propiedades multimillonarias están obligadas a entregar resultados en dólares contantes y sonantes, no hay vuelta de hoja en este sentido.
Por eso me siento tan confundido al analizar ‘Batman v Superman: El origen de la justicia’ (‘Batman v Superman: Dawn of Justice’, d. Zack Snyder), una película que recibió la encomienda de lanzar todo un universo fílmico de múltiples producciones para Warner Bros y DC Comics, pero que aparentemente decidió tomar una desviación en el camino para explorar temas grandilocuentes y portentosos en torno a la naturaleza del superhéroe. No precisamente la clase de mensajes que ayudan a vender figuritas de acción y mochilas escolares, vamos.
La película parte de la destrucción generada al final de ‘El hombre de acero’ (2013), donde Superman se enfrentó y dio muerte al temible General Zod en un conflicto a gran escala que arrasó con la ciudad de Metrópolis. Miles de inocentes perdieron la vida, hecho que el multimillonario Bruce Wayne (Ben Affleck) no pasa por alto. El consternado magnate, cuyo alter ego es el legendario vigilante Batman, tiene algo muy claro: los simples mortales hemos quedado expuestos al capricho de auténticos dioses con poderes ilimitados y escasa empatía con el género humano. Alguien tiene que evitar a toda costa que estos superhéroes controlen nuestros destinos.
Por otro lado, Superman (Henry Cavill) experimenta una gran responsabilidad sobre sus considerables hombros. En efecto, su misión en la tierra es cuasi mesiánica: proteger a sus habitantes, recorriendo todo el mundo en busca de minimizar las tragedias humanas que nos acechan cotidianamente. Sin embargo el concepto de “daños colaterales” termina por convertir su presencia en una polémica constante, donde la mitad de los argumentos giran en torno a la considerable destrucción que le rodea en toda instancia o, en el extremo opuesto, a una adoración que raya en la idolatría por parte de quienes han sido “salvados” por él. Muy apropiado estreno para Semana Santa, creo.
Quiero reiterar que estos profundos conceptos dominan la narrativa de la película, donde los puntos de vista opuestos entre sus héroes les conducen gradualmente a la confrontación titular, auspiciada por el caricaturesco villano Lex Luthor (Jesse Eisenberg), quien a ratos parece un millonario “dot com” con tintes de Asperger y ocasionalmente cae en las personificaciones más familiares que hemos conocido del personaje. Supongo que los puristas de los cómics tendrán objeciones en torno a la caracterización, pero algo me dice que el director Snyder y el guionista David S. Goyer no están aquí para complacer a ese sector del público en particular.
La historia de ‘Batman v Superman’ a veces se puede tornar reiterativa o confusa, pero debo admitir que en ningún momento me pareció tediosa. Por el contrario, le sobran elementos muy competentes en cuanto a escenas de acción, la magnitud de la destrucción a cuadro y la mayoría de las interpretaciones, donde destaca en particular la presencia de Affleck como Batman y la discutida inclusión de Gal Gadot como Wonder Woman, quien cuenta con un mínimo de diálogos pero manifiesta mucho potencial y presencia escénica para constituirse como una franquicia en sí misma. También hay algo de dolorosa aceptación del rol de “héroe fallido” que se le asigna al Superman de Cavill, así como una brillante inclusión de Jeremy Irons como Alfred, el mayordomo de Bruce Wayne que lo mismo te prepara un Bloody Mary como te hackea una red de alta seguridad. No pidan explicaciones, amigos, esto es Batman y Superman, no el mundo real.
El gran problema que encontré con la cinta viene del material base en el que se inspiró la producción para armar su película. Uno de ellos es la portentosa novela gráfica ‘Batman: The Dark Knight Returns’, de Frank Miller, donde un Bruce Wayne hastiado por la futilidad de su lucha y la espiral descendente de Ciudad Gótica decide emprender una brutal cruzada contra el crimen que termina por enfrentarle directamente contra su amigo y aliado Superman. Y el otro cómic cuya historia aparece retratada en la película… ni siquiera puedo mencionarlo, pues en el título mismo llevaría información que te arruinaría el final de la cinta.
Ahora bien, no hay nada malo en explorar los cómics como material para estructurar la historia (de hecho es preferible a ciertos experimentos argumentales que tenemos que chutarnos de cuando en cuando). La cuestión es que las dos historias que antes mencioné tienen motivaciones tan distantes entre sí, interacciones tan potencialmente discordantes y conflictos tan forzados en su coexistencia que simplemente confunden y frustran la apreciación del espectador. Quiero decirles que yo no tuve problemas en seguir la trama de ‘Batman v Superman’ gracias a estar familiarizado plenamente con dichas novelas gráficas, pero entiendo perfectamente la irritación de quienes no contaron con este sustento argumental y salieron de la sala con más preguntas que respuestas.
¿Es ‘Batman v Superman: El origen de la justicia’ una joya del cine de superhéroes y una película legendaria? Claro que no. Tiene demasiadas fallas para poder considerarse así, pese a que las mismas ocurrieron en el afán de contarnos más que lo que el tiempo (considerable, con sus 151 minutos) y los intrincados conceptos a la mano eran capaces de comunicar. La cinta es ese “noble fracaso” donde se trató de buscar una trascendencia dentro del género que ni el director ni el guionista eran capaces de darnos en este clima maniqueísta de apreciación fílmica. Pero hablando con plena justicia también me desconcierta ver tantas críticas negativas para una película que, en sus mejores momentos, opaca a muchas otras alabadas muestras del cine de superhéroes.
Sólo quiero concluir diciendo que he tenido oportunidad de ver la película en dos ocasiones ya… y que la segunda vista me reveló un producto mucho más disfrutable e interesante que lo que vi por primera vez. Quizá la edición le hizo perder la claridad que un “director’s cut” podrá devolverle cuando salga en Blu Ray. O a lo mejor esta historia complicada no lo es tanto, y depende de ese refuerzo para dejarnos más claridad en sus motivaciones y contextos. Lo único cierto es que el mundo de la crítica, una vez más, parece estar exagerando la negatividad en aras de martirizar un producto por razones que me eluden. No sé, a lo mejor el detectivesco Batman logrará un día aclarar el misterio de tanta animadversión. ¿Aunque pueden imaginar un villano más patético que un crítico de cine? No, gracias, dejémoslo así…
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