La temporada de lluvias ha puesto de cabeza a diversas zonas del país. Las precipitaciones han generado caos en grandes avenidas y propiciado desastres en comunidades, convirtiéndose en un ciclo repetitivo y creciente que amenaza con causar daños severos a la infraestructura, la propiedad privada y a los habitantes, repercutiendo además, en la movilidad, la economía y la salud, entre otros.
Ante este fenómeno, es menester de las autoridades estar preparadas para brindar atención e implementar acciones que contrarresten daños, así como soluciones para evitarlos. Asimismo, es fundamental analizar y estimar los posibles riesgos, evaluar los daños y necesidades.
Las localidades deben contar con un Atlas de Riesgo como instrumento para la prevención y atención a desastres. Este documento elaborado con base en los conocimientos del territorio, así como en la identificación de los peligros que puedan afectar a la población en caso de un desastre natural, constituye un mapa y una guía seguir para la planeación, desarrollo y mejor toma de decisiones en cada zona.
De acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), de los 32 estados del país, sólo 14 cuentan con Atlas de Riesgo, de los cuales únicamente tres lo mantienen actualizado; esta tendencia, es una muestra del desconocimiento técnico para su elaboración, así como del rezago que sufre el diseño de políticas públicas en materia de desarrollo urbano y ordenamiento territorial.
En la actualidad se ha promovido entre los gobiernos estatales y municipales, la creación de normativas innovadoras creadas a partir de problemáticas del día a día, sin embargo, son pocas aquellas que son diseñadas con base en el análisis a largo plazo; en los sucesos y consecuencias temporales pero devastadoras.
Si bien la creación de este diagnóstico de peligro lleva su tiempo, existen herramientas y fuentes de financiamiento del gobierno federal que contribuyen desarrollo del proyecto, además de empresas consultoras, académicos y especialistas en diferentes disciplinas para dicho estudio.
Los avances y cambios en las formas de gobernar se deben a la transformación que la población exige para garantizar su calidad de vida así como a la adopción de recursos tecnológicos innovadores, sin embargo, ningún esfuerzo constituye un proyecto multidisciplinario como lo es la elaboración de un Atlas de Riesgo, que además de dar certidumbre a los programas de inversión y desarrollo de infraestructura, garantiza salvaguardar la vida de la población.
En los últimos meses hemos hablado de ciudades con gobiernos inteligentes, sin embargo, las lluvias torrenciales de los últimos días, los efectos del cambio climático, así como la contingencia de un desastre natural inesperado, nos regresan a dos puntos conjuntos de partida rumbo a ese camino: la prevención y la planeación. Es mi opinión…