Muchos de los volcanes en el planeta pasan desapercibidos por estar sumergidos bajo las aguas de los océanos hasta que entran en erupción típicamente explosivas por el violento contacto del magma y el agua; sin embargo, la tecnología satelital y las redes sísmicas ayudan a que sepamos de estos procesos que son iguales a los que conocemos comúnmente en superficie ya sea en islas o continentes.
En días recientes dos volcanes han llamado la atención: “Volcán Submarino III”, al norte de la isla principal de Tonga (Pacífico sur) y “Bogoslof”, en Alaska.
Para el caso del volcán del Pacífico sur, su actividad fue evidenciada por el satélite Landsat-8, de la NASA, por las aguas teñidas en tonos amarillentos que estaría relacionado a la emisión de ceniza, gases volcánicos y azufre.
Algunas de estas erupciones pueden formar pequeñas islas pero que duran poco por la erosión de la marea.
En cuanto al volcán de Alaska, su actividad fue reportada inicialmente por pilotos comerciales que observaron una pluma de ceniza que alcanzó los 10.5 km de altura el día 21 de diciembre. Al no ser un volcán monitoreado por su lejanía, inaccesibilidad y escasa superficie para montar equipos sin peligro de que sean destruidos (o dañado el personal), el monitoreo fue realizado mediante imágenes satelitales, redes sísmicas más cercanas y el análisis de infrasonido de las explosiones que pueden viajar largas distancias sin atenuarse.
Uno de los principales peligros asociados a los volcanes submarinos e islas volcánicas son los tsunamis.
Además de la ceniza que puedan lanzar a la atmósfera, uno de los principales peligros asociados a los volcanes submarinos o parcialmente sumergidos son los tsunamis.
Las grandes erupciones volcánicas pueden generar tsunamis cuando una explosión bajo la superficie oceánica desplaza grandes volúmenes de agua hacia todas direcciones; también pueden ocurrir por el deslizamiento de tierra cuando las laderas sumergidas de un volcán son inestables producto de la erosión y oxidación de los elementos que conforman la isla.
El 27 de agosto de 1833, el Krakatoa, en Indonesia, después de tres explosiones masivas una aún más violenta liberó la energía equivalente a más de 10,000 veces la bomba atómica de Hiroshima; el estallido generó una onda de presión sobre la atmósfera dando la vuelta a la Tierra 3 veces ½.
La gran explosión destruyó el edificio volcánico produciendo tsunamis de hasta 40 metros que destruyeron las islas y pueblos de los alrededores. Flujos piroclásticos viajaron hasta 48 km sobre la superficie del mar en un colchón de vapor. Al final, dos terceras partes de la isla volcánica colapsaron para formar una caldera.
La cadena de islas volcánicas en Hawái, ha producido Megatsunamis causados por deslizamientos gigantescos. Hay evidencia de por lo menos 17 deslizamientos gigantes pero que afortunadamente ocurren una vez cada cientos de miles de años.
La causa de estos deslizamientos se atribuye al debilitamiento de toda la isla ya sea por sismos, erosión, tormentas y la fuerte marea que azota las costas que debilitan los acantilados en las costas hawaianas.
Otro volcán con potencial de generar tsunamis es el Cumbre Vieja en la isla de La Palma, España. Algunos modelos de deslizamientos han determinado que la magnitud de las olas de tsunami que produciría el deslizamiento de 150 a 500 km³ de material volcánico a una velocidad de 100 m/s podría cruzar todo el Atlántico y alcanzar las costas norteamericanas, y probablemente del caribe, con olas de entre 10-25 metros en el peor de los casos.
Aunque en una escala menor, este video te dará una idea de cómo un pequeño deslizamiento de un glaciar puede generar tsunamis:
P.D.- Existe temor en la comunidad científica por las restricciones y censura impuesta por el nuevo presidente de Estados Unidos respecto a la información relacionada con el calentamiento global y el cambio climático. Estaremos por ver qué tan confiable es la información que produzca NOAA y NASA bajo la nueva administración.
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