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• María Luisa Machain Castillo rememoró que existen registros de El Niño desde el Cretácico.
• En el Pacífico mexicano está la llamada alberca de agua caliente, es decir, el “combustible” para los huracanes, destacó David Alberto Salas de León.
• Silvia Pajares Moreno subrayó que el océano es un aliado para combatir el cambio climático.

Fenómenos como El Niño, huracanes o aumento en las zonas de mínimo oxígeno en el Pacífico se pueden recrudecer debido al efecto del cambio climático, alertaron María Luisa Machain Castillo, David Alberto Salas de León y Silvia Pajares Moreno, especialistas del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML), de la UNAM.

Al abordar los retos que enfrentan los océanos, Machain Castillo, investigadora de la Unidad de Apoyo para el Aprendizaje de Procesos Oceánicos y Costeros, recordó que en 2015-2016 se presentó un suceso extremo llamado “El Niño Godzila” porque las temperaturas subieron más de 2.5 grados Centígrados por encima del promedio.

La paleoceanógrafa enfatizó que debido al fenómeno climático hay mayor potencial para que sigamos teniendo hechos más intensos.

Durante el acontecimiento “Godzila”, explicó, con su equipo revisó las comunidades de microorganismos y detectó la aparición de una especie invasora que prácticamente no existe a lo largo del año en la zona frente al puerto de Mazatlán. Sin embargo, una vez que las temperaturas se redujeron, el resto de la fauna regresó y no se volvió a encontrar la invasora.

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Machain Castillo precisó: Bajo estas condiciones tenemos menos organismos microscópicos que son parte de la base de la cadena alimenticia, afectando a las pesquerías que son de importancia para el ser humano.

La científica manifestó que existen registros de El Niño desde el Cretácico, y en el Pacífico mexicano se cuenta con cuencas y agua rica en nutrientes, y pobres en oxígeno superficial donde ha sido posible estudiarlo mejor.

A su vez, el experto del Laboratorio de Oceanografía Física, David Alberto Salas, puntualizó que la intensidad de los huracanes tiene turbulencia de gran magnitud, una variabilidad grande, como se mostró en el caso de Otis que pasó rápidamente de ser una tormenta a huracán en menos de 24 horas.

Durante la jornada realizada en línea y dedicada al Océano Pacífico, el investigador de la Unidad Académica de Ecología y Biodiversidad Acuática detalló: aunque tengan gran tamaño y produzcan significativos destrozos en la Tierra, al interior del océano no son tan importantes, pues los de categoría 5 llegan a afectar solo hasta 200 metros de profundidad.

Salas de León apuntó que en el Pacífico mexicano está la llamada alberca de agua caliente (cerca del Istmo de Tehuantepec), que recibe demasiado calor durante la primavera y parte del verano, lo cual es el “combustible” de los huracanes y ocasiona que se generen con gran variabilidad.

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En tanto, Silvia Pajares Moreno, líder del Laboratorio de Ecología Microbiana Acuática, abundó que entre las consecuencias del calentamiento del mar está la desoxigenación de este, que aparezcan zonas muertas y las zonas de mínimo oxígeno. También la elevación del nivel, los cambios en la biodiversidad y distribución de los organismos, pérdida de corales y las mareas rojas, entre otros problemas.

Es preocupante, expresó, porque a pesar de que las zonas de mínimo oxígeno ocupan menos de ocho por ciento de la superficie oceánica global, en ellas se produce hasta 50 por ciento de la pérdida del nitrógeno marino, principalmente en forma de óxido nitroso que es un gas de efecto invernadero importante y potente; una situación grave porque el nitrógeno es escaso en el océano, y esencial para la vida.

La investigadora de la Unidad Académica de Ecología y Biodiversidad Acuática refirió que el océano es un aliado para combatir el cambio climático porque ayuda a secuestrar el dióxido de carbono, además de que controla la productividad marina y la bomba biológica del carbono, fundamental para que el cuerpo de agua combata el cambio climático.

Pajares Moreno describió: El otro problema es que estas zonas se están expandiendo a consecuencia del calentamiento global y la eutrofización costera, lo que afecta a las comunidades microbianas y, en consecuencia, al ciclo del nitrógeno.

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