El cine está viendo una época interesante: al parecer estamos dejando atrás la era en la que prácticamente toda película que tenía que ver con un personaje lidiando con conflictos sobre su sexualidad terminaba siendo una tragedia terrible, una reflexión sobre los peligros del sida, un análisis sobre la intolerancia social o un simple escándalo. Como lo demostró recientemente ‘Llámame por tu nombre’, salir del clóset puede ser más motivo de análisis sobre la psique del protagonista que un linchamiento público en ciernes.
Ahora llega a la pantalla grande una película juvenil con miras a explorar este nuevo mundo donde la aceptación del homosexualismo no es motivo de suspenso en sí, sino el descubrir cómo reacciona la persona que se revela como homosexual en este crucial momento de su vida, y como su entorno define la forma de llegar a este punto. Se trata de ‘Yo soy Simón’ (‘Love, Simon’, d. Greg Berlanti), y ha cosechado elogios y comparaciones con los mejores trabajos en los ochenta del director John Hughes, amo y señor de la película juvenil preparatoriana.
El mencionado Simón (Nick Robinson) es un chico introvertido, presa de cambios repentinos en su estado de ánimo. Escucha compulsivamente la música melancólica de Elliot Smith como su peculiar forma de entender por qué no puede ser plenamente feliz. Tiene amigos cercanos, pero ninguno de ellos parece ser tan cercano como para hablar sobre el conflicto que le aqueja: Simón es gay.
Él no toma su sexualidad como una cruz a cargar, por cierto. La verdad es que el problema real que preocupa a nuestro protagonista tiene más que ver con las reacciones que espera dentro de su entorno y con lo cómodo o incómodo que él podrá sentirse a raíz del acto de salir del clóset. El conflicto familiar está prácticamente descartado pues sus jóvenes padres (Jennifer Garner y Josh Duhamel) parecen bastante modernos y comprensivos como para aceptar la nueva, al igual que su hermana menor (Talitha Eliana Bateman)… pero la clave está en la palabra “parecen”. Simón vive un mundo de adolescencia donde la apariencia de certidumbre es más bien una tentativa e impredecible jugada.
Su círculo cercano también tiene indicios de ofrecerle solidez, gracias a que está compuesto de tres personalidades distintivas e interesantes en sí mismas. Las interacciones del retraído Simón con Leah (Katherine Langford), Nick (Jorge Lendeborg Jr.) y Abby (Alexandra Shipp) aportan graduales pistas respecto al rumbo que tomará la eventual revelación sobre la homosexualidad de su compañero de clases, pero cada una de estas amistades tiene un pequeño aporte que contribuir a la historia.
La película cae en ciertos clichés predecibles con la presencia de Martin (Logan Miller), un clásico “bully” que se entera del secreto del protagonista y monta un innecesario escenario chantajista para sacar provecho de la situación, pero una cosa queda clara en la trama: el secreto mismo que Simón se niega a revelar es el enemigo a vencer.
¿Pero cómo lograrlo? Este pobre camarada es bastante atolondrado para comunicar sus sentimientos, ya sean con el atractivo jardinero que barre las hojas en su calle o con su familia misma. La situación arroja un salvavidas a Simón en la misteriosa figura de “Blue”, un anónimo personaje que conoce en línea y que también está renuente a salir del clóset. Sin presionar a su enigmático interlocutor, Simón se da a la tarea de indagar quién de sus compañeros de la escuela preparatoria es el tal “Blue”, pues es claro que la química entre ambos puede detonar en una relación capaz de superar las barreras emocionales que ambos jóvenes se han impuesto a sí mismos.
Este filme cuenta con el interesante pedigrí de su realizador como carta de presentación en lo que a legitimidad con la diversidad sexual atañe. Berlanti hizo historia en TV con la serie ‘Dawson’s Creek’ cuando mostró por primera vez a dos hombres besándose en la pantalla, y desde entonces ha producido un desfile de obras donde los temas LGBTQ han cobrado un tono más coloquial y menos tabú para la audiencia en general. Sus diálogos se sienten actuales, sus motivaciones son parte de un mundo real y su agenda es clara, pero sabe comunicar mensajes sin restragarlos en nuestras caras y sin tratarnos de auténticos cavernarios. Se agradece que no haya un menosprecio claro hacia el sector hetero que consume sus productos, pues.
Habrá quien considere exageradas las comparaciones que se hacen entre Berlanti y John Hughes, pero para alguien que vivió el auge del segundo debo decir que no se alejan mucho de la justicia. En su momento Hughes no era considerado genial ni revolucionario, sino que más bien cosechó fama como alguien que sabía retratar un momento generacional único. El verlo homenajeado con menciones en ‘Ready Player One’, con estudios serios sobre los mensajes que cultivó en filmes como ‘The Breakfast Club’ o con obras como las de Berlanti es producto de una madurez que el público ha ido encontrando gracias a sus recuerdos de una época. En ese sentido los dos realizadores no están nada distantes entre sí.
‘Yo soy Simón’ es una oportunidad valiosa de programación contraria en las salas durante un verano que apunta firmemente hacia la espectacularidad. El otro estreno grande de esta semana es una película con Dwayne ‘The Rock’ Johnson que se basa en un videojuego, vamos. El dinamismo verbal y el cariño que ofrece esta alternativa de cine juvenil resulta refrescante, y merece ser apreciada como una historia que, dentro de su lucha por revelarse ante nosotros, también nos muestra una cara honesta de lo que quiere inspirar en su público. Vale la pena ver productos así.
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