No es nada raro que un paciente se presente al consultorio con debilidad, dolor muscular, dolor en la región de espalda baja o lumbar, somnolencia, debilidad, dolores de las articulaciones y en ocasiones, dolor de cabeza.
El paciente no sabe qué le sucede, pero puede percatarse con facilidad de un importante cambio en su condición general que se encuentra mermada (ataque al estado general). Por la mañana, al despertar, no tiene energía para levantarse y mucho menos para realizar sus actividades de la vida diaria y trabajar.
En no pocas ocasiones, el paciente también refiere la presencia de escalofrío, al cubrirse del frío mejora su sensación, para luego cursar con sudoración y dolores musculares y/o articulares.
Todo esto con mucha frecuencia se llama síndrome febril, y se debe a eso, la presencia de febrícula (temperatura de 37.6 a 37.8 grados centígrados) o fiebre (más de 38 grados centígrados), que puede ser ocasionado por una gran cantidad de procesos de enfermedad agudos o crónicos.
Lo más frecuente es que se trate de una infección viral como la gripe o una infección bacteriana como la faringitis o una gastroenteritis.
Las manifestaciones del síndrome febril (dolor de cabeza, escalofrío, fiebre, dolor muscular, dolor articular, malestar general, dolor de espalda baja) todas son consecuencia de la fiebre y no en sí, de la enfermedad. El dolor de garganta, la secreción nasal, la diarrea, el ardor al orinar, la tos, el dolor de cabeza persistente, aún sin la fiebre si pueden ser producto de la enfermedad como tal.
En la exploración clínica del paciente se recaba mucha información importante, foco infeccioso en el cuerpo, persistencia de la fiebre, comportamiento cíclico de la fiebre (el paludismo se manifiesta por fiebres cada 3 ó 4 días), asociación con visitas a sitios geográficos específicos (Dengue, Chinquincuya, tuberculosis, paludismo), aparición de color amarillo en la piel (hepatitis), ganglios en todo el cuerpo con o sin asociación a convivencia con animales, o con hábitos homosexuales (mono-nucleosis infeccioso, toxoplasmosis o VIH) o con dificultad respiratoria, tos y secreciones purulentas (neumonía).
Se puede auxiliar el médico de la biometría hemática que orienta en ocasiones hacia el origen de la enfermedad , ya que cuando se elevan los leucocitos o glóbulos blancos, denominados linfocitos pensamos en infecciones virales; cuando se elevan los leucocitos neutrófilos pensamos en la presencia de bacterias. Cuando los glóbulos blancos disminuyen por debajo de lo normal y se elevan los linfocitos puede tratarse de una fiebre tifoidea o de una infección viral, lo que dependerá de la evolución del paciente, desde el punto de vista clínico y la presencia de focos infecciosos (nasal, vías urinarias, gastrointestinal, faríngeo, pulmonar, etc…) o de la no presencia de un cuadro específico, (la fiebre tifoidea solo se manifiesta por síndrome febril y dolor de cabeza persistente con temperaturas elevadas y persistentes, aún a pesar del correcto tratamiento).
Las radiografías, el examen de orina, el perfil de pruebas renales y hepáticas, nos ayudan como médicos a concluir descartando posibilidades con un diagnóstico probable, luego entonces, podemos iniciar con un tratamiento de prueba hasta recibir todos los estudios definitivos. Al final será toda esta información con el criterio del médico, lo que defina: si el diagnóstico corresponde al tratamiento diseñado.
En ocasiones, la fiebre es la manifestación de infecciones poco comunes; como la brucelosis, el cáncer (fiebre persistente no muy alta pero rebelde al tratamiento, que se quita con antinflamatorios), consumo de medicamentos o substancias tóxicas, contacto con excremento de murciélagos u hongos poco comunes).
Cualquiera que sea la causa la fiebre debe documentarse, por lo que, siempre debemos tener un termómetro de preferencia electrónico, para facilitar la cuantificación y su documentación, que será informada al médico.
Siempre en la etapa de escalofrío, es poco probable que se encuentre fiebre, ya que es este mecanismo, el que se detona al detectar el hipotálamo (en el cerebro) los desechos de los gérmenes en la sangre, destruidos por los glóbulos blancos, el que estimula el incremento de temperatura, vibrando, con la finalidad de controlar la reproducción de virus o bacterias a esos niveles de calor, posteriormente al escalofrío, ya se detecta la fiebre.
El aumento de temperatura, es el culpable del dolor de cabeza por vasodilatación de las arterias, de la inflamación muscular, articular y del ataque al estado general, debido a la aceleración del metabolismo y al aumento de la frecuencia cardiaca con hipertensión arterial en ocasiones.
La aparición de ansiedad y angustia puede estar relacionada con los incrementos de catecolaminas, como la adrenalina y la norepinefrina. En pacientes pediátricos, puede haber crisis convulsivas, sobre todo cuando son pequeños.
Administrar medicamentos para la fiebre sin indicación médica es peligroso, ya que hay medicamentos como el paracetamol o acetaminofen que en los casos de hepatitis puede generar un deterioro renal adicional que puede llegar a ser mortal.
Se debe acudir a buscar ayuda siempre ante la presencia de fiebre, ésta es solo un signo y no una enfermedad en sí, que como vimos, puede estar relacionada a muchos padecimientos.
Existe la fiebre de origen oscuro, que es aquella persistente que no se puede asociar a una causa y ameritará investigaciones sofisticadas y multidisciplinarias, que en ocasiones puede llevar muchas semanas o hasta meses antes de determinar la causa.
A mayor duración de la fiebre, mayor deterioro, riesgo y enfermedad. Acuda con su médico y evite tomar determinaciones sobre lo que le pasa. Esta información es para mejorar su información solamente.
Dr. Alejandro Cárdenas Cejudo
Médico Internista
Presidente de Exercise is Medicine México
www.dralejandrocardenas.com
www.exerciseismedicine.org.mx