Hay que ver el trabajo de cuidados como un derecho social, sugirió Chávez Carapia

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Begoña Leyra Fatou y Mariana Lugo Arellano convinieron en que esta labor es responsabilidad de todas y todos.

Los cuidados son tarea de todas y todos, así como una responsabilidad por parte del Estado y la sociedad, coincidieron en señalar expertas de México y España, en el Seminario Permanente Internacional Interdisciplinario sobre Emergencia Social Comunitaria. Cuidados, inclusión social y perspectiva de género, organizado en la UNAM.

En la sesión a distancia, Julia del Carmen Chávez Carapia, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS), expresó: En México no existe una ley en la materia, aunque hay iniciativas y marcos legales que buscan garantizar los derechos de quienes desempeñan esta labor y de quienes reciben la atención.

“Se ha propuesto un Sistema Nacional de Cuidados que comprenda un conjunto de políticas, programas y servicios”, así como el reconocimiento y apoyo para quienes los brindan.

La también coordinadora del Programa de Maestría y Doctorado en Trabajo Social recordó que, históricamente, las mujeres han tenido a su cargo esta labor; y aunque la familia monogámica ha cambiado y surgieron otras, el papel de ellas sigue siendo el tradicional, conjugado con los roles modernos.

Los cuidados, explicó la universitaria, se refieren a la atención de las necesidades de otras personas, principalmente las más vulnerables, como las y los niños y los adultos mayores. Implican aspectos de la vida cotidiana como el trabajo doméstico no remunerado, servicios nutricionales, de limpieza, salud, educativos y de relación con el mundo externo. También son físicos, emocionales y sociales.

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Al citar a Marcela Lagarde -referente del feminismo en el mundo- añadió que se refieren al conjunto de actividades y responsabilidades, a menudo invisibilizadas y realizadas principalmente por el género femenino, que son esenciales para el mantenimiento de la vida y el bienestar de los seres humanos, a nivel individual y colectivo; tareas que se suman a las que ellas realizan fuera del hogar.

La pandemia, refirió la experta, permitió visibilizar a escala mundial lo que implican. Durante la emergencia sanitaria tuvieron una sobrecarga de estas labores y de las domésticas.

Los cuidados, sostuvo Chávez Carapia, son tarea de todas y todos y una responsabilidad por parte del Estado y la sociedad, y hay que verlos como un derecho social.

Begoña Leyra Fatou, académica de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Complutense de Madrid, afirmó que modificar el actual reparto del tiempo y de las tareas constituye una reivindicación política.

No considerar las crisis en todas sus dimensiones y tampoco tener en cuenta las desigualdades de género, supone una mirada parcial o sesgada de la realidad que queremos cambiar y mejorar, alertó.

La docente añadió que el trabajo social debe gestionar los cuidados, los tiene que humanizar, dignificar y transformar. Frente a un modelo que invisibiliza y privatiza, esa disciplina propone “una ética del cuidado centrada en las personas, los vínculos, y la justicia social”.

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El trabajo social feminista los revaloriza como tarea esencial para la vida que no debe recaer únicamente en las mujeres ni en el ámbito privado; se requiere promover políticas públicas corresponsables y comunitarias, propuso.

Hay que apostar por una ética del cuidado basada en la dignidad, la interdependencia y el reconocimiento de las experiencias y saberes de las personas cuidadoras y cuidadas. El trabajo social feminista acompaña vidas en situación de fragilidad: construye condiciones para vivir bien, colectivamente y con justicia, apuntó.

Mariana Lugo Arellano, también profesora de la ENTS, expuso: si no atendemos esa pobreza de tiempo, asociada a las desigualdades de género, difícilmente podremos revertir la situación de esa condición y la desigualdad en la región latinoamericana.

En nuestros países, el cuidado se ha regulado principalmente como un derecho de las infancias y de adultos mayores. El movimiento feminista se ha enfocado en desnaturalizarlo (es decir, desvincularlo como característica innata y natural de ellas, y visibilizarlo como una actividad que requiere conocimientos especializados, tiempo, energía y que es de gran aporte para las economías), y reconocerlo como un trabajo.

El cuidado, reconocido como garantía inalienable, se identifica como derecho universal y activa una serie de obligaciones para el Estado, refirió Lugo Arellano.

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