martes, noviembre 18, 2025

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De Tlatelolco a la Generación Z: dos represiones separadas por décadas, un mismo Estado que responde con violencia

El eco de 1968 vuelve a escucharse en el país, no como un recuerdo lejano, sino como un espejo perturbador. La represión ocurrida durante la reciente manifestación de la Generación Z ha despertado comparaciones inevitables con la masacre de Tlatelolco, uno de los episodios más oscuros en la historia de México. Aunque los contextos difieren, la constante es la misma: un Estado que responde a la inconformidad social con fuerza, intimidación y desprecio por la protesta pacífica.

En 1968, miles de estudiantes fueron rodeados por el Ejército en la Plaza de las Tres Culturas. El fuego cruzado, las detenciones arbitrarias y el silencio oficial marcaron un antes y un después en la relación entre el gobierno y la ciudadanía. Fue un acto de violencia deliberada para acallar a una generación que exigía libertades democráticas. La verdad fue ocultada durante décadas, mientras familias enteras buscaban justicia y los sobrevivientes cargaban con el trauma estatal.

Más de medio siglo después, la represión vivida durante la manifestación juvenil conocida como el levantamiento de la Generación Z evidencia que la institucionalidad mexicana no ha logrado superar sus reflejos autoritarios. Jóvenes que protestaban por la precariedad, el futuro económico y la inseguridad fueron dispersados con tácticas de choque, fuerzas militarizadas y métodos que recuerdan prácticas que creíamos superadas. Testimonios señalan uso excesivo de fuerza, detenciones injustificadas y un ambiente de intimidación que contradice cualquier discurso oficial de apertura democrática.

La comparación no es gratuita. En ambos casos, la protesta partió de una generación inconforme y políticamente activa. En ambos casos, el gobierno respondió con despliegue militar o parapolicial. Y en ambos casos, el mensaje es claro: quien cuestione al poder será confrontado, no escuchado.

La diferencia es que hoy existen mecanismos de información y documentación inmediata. Videos, transmisiones en vivo y decenas de testimonios dificultan una narrativa oficial única. Sin embargo, el resultado final se asemeja peligrosamente: cuerpos lastimados, miedo colectivo y una ciudadanía que se pregunta si en México ejercer el derecho a protestar sigue siendo un riesgo.

Tlatelolco fue una herida histórica que marcó a generaciones. La represión contra la Generación Z es una advertencia: un país que normaliza la violencia estatal contra los jóvenes repite su tragedia en ciclos interminables. Lo que está en juego no es una marcha, sino el derecho mismo a exigir un país distinto sin ser reprimido por ello.

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