La oposición bielorrusa rechazó los resultados oficiales de las elecciones que el lunes dieron al actual presidente, Alexander Lukashenko, una aplastantes victoria, argumentando que los comicios estaban arreglados y que era necesario iniciar negociaciones sobre una transferencia pacífica del poder.
Antes, la comisión electoral central había informado de que Lukashenko, en el poder desde hace más de un cuarto de siglo, obtuvo el 80% de los votos en las elecciones del domingo, mientras que Svetlana Tikhanouskaya, su principal rival, se hizo con el 9,9%.
«Las autoridades no nos están escuchando. Las autoridades necesitan pensar en formas pacíficas de entregar el poder», dijo Tikhanouskaya, una exprofesora de inglés que se presentó a la campaña después de que su esposo, blogger, fuera encarcelado.
«Por supuesto que no reconocemos los resultados», agregó.
En los días previos a la votación, las autoridades encarcelaron a los rivales de Lukashenko y abrieron investigaciones penales contra varios manifestantes. La última vez que observadores internacionales evaluaron unos comicios en Bielorrusia fue en 1995.
Los acontecimientos están siendo seguidos de cerca por Rusia, cuyas exportaciones de petróleo atraviesan Bielorrusia hacia Occidente y que durante mucho tiempo ha considerado al país como una zona de contención frente a la OTAN; y el propio Occidente, que ha tratado de atraer a Minsk alejándolo de la órbita de Moscú.
Las calles de la capital y de otras ciudades estaban tranquilas después de la violencia desatada el domingo por la noche, cuando la policía antidisturbios utilizó la fuerza para dispersar a miles de manifestantes que se habían reunido para denunciar lo que consideraban una farsa electoral.
Tikhanouskaya, cuyos mítines de campaña han congregado a miles de personas, dijo a los periodistas que se consideraba la ganadora de las elecciones, asegurando que la votación había sido amañada masivamente.
La oposición indicó que quiere un recuento de votos en los colegios electorales donde hubo problemas, y añadió que las protestas del domingo, que derivaron en violencia, continuarán.
No obstante, se mostró dispuesta a mantener conversaciones con las autoridades.
No hubo una respuesta inmediata a esa oferta por parte de Lukashenko, un exadministrador de granjas colectivas soviéticas que gobierna el país desde 1994.
Apodado ‘el último dictador de Europa’ por Washington, Lukashenko se enfrenta a su mayor reto en años para mantener el poder en medio del descontento por su gestión de la economía, la COVID-19 y los abusos de los derechos humanos. «La respuesta será apropiada. No permitiremos que el país se desgarre», dijo el líder, de 65 años, según la agencia de noticias Belta.
Información de Reuters