Cuando pensamos en Iztapalapa, nos viene a la mente una de las zonas más vibrantes y diversas de la Ciudad de México. Pero pocos se detienen a pensar: ¿de dónde viene su nombre? ¿Qué historia ancestral se esconde detrás de esas sílabas?
La respuesta está en el náhuatl, y revela una conexión profunda con el agua, la piedra… y la identidad de todo un pueblo.
Etimología: del náhuatl a la ciudad
El nombre Iztapalapa proviene de dos raíces en náhuatl:
- Iztapalli: losa, laja o piedra pulida
- Apan: lugar sobre el agua, canal, río o corriente
Juntas, dan lugar a significados como “Sobre las losas del agua” o “En el canal de las losas”. Esta traducción no es casual ni poética: hace referencia directa a su pasado como región lacustre, cruzada por canales, chinampas y estructuras hidráulicas prehispánicas.

Mucho antes de ser alcaldía, fue chinampa
Iztapalapa fue parte del sistema de asentamientos mexicas en la cuenca de México. Formaba parte del camino que conectaba Tenochtitlán con zonas clave del Valle de México. De hecho, su estructura urbana se desarrolló sobre chinampas, islotes artificiales construidos con tierra y raíces para cultivar en zonas acuáticas.
Esta relación con el agua no solo definió su nombre, sino su economía, organización social y conexión con otras culturas precolombinas. Iztapalapa era paso, frontera, huerto… y territorio sagrado.
Iztapalapa hoy: entre el concreto y la raíz
Hoy, Iztapalapa es la alcaldía más poblada de la Ciudad de México, con más de 1.8 millones de habitantes. A pesar del crecimiento urbano, su memoria sigue viva en eventos como la representación de la Pasión de Cristo (la más grande del país), en sus barrios originarios, en su vocación comunitaria.
«Donde hay piedra pulida y agua, hay historia… y también esperanza.»
