Sí merezco la abundancia. Parecía que gracias al mantra que su esposa Karime fervientemente escribía, Javier Duarte, lograba sonreír tranquilo durante todo el proceso de su detención. La captura del ex gobernador de Veracruz fue la noticia de Semana Santa. Su detención, perseguida por pocos meses oficialmente pero solicitada incluso desde antes que dejara su cargo, provoca en los veracruzanos y en la ciudadanía en general deseo de justicia.
Es casi imposible separar la captura de Duarte de los otros casos de ex gobernadores como el de Nuevo León, Rodrigo Medina; el de Sonora, Guillermo Padrés; los de Tamaulipas, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández o el de Chihuahua, César Duarte, todos acusados de peculado y corrupción.
Tan solo mientras escribo esta columna, sale a la luz que se añadió un tercer cargo criminal por defraudación bancaria en contra de Eugenio Hernández, ex gobernador de Tamaulipas en el periodo 2005 – 2010. Hernández es buscado por el Departamento de Justicia estadounidense desde junio de 2015, cuando revelaron la acusación original por lavado y transmisión ilegal de dinero.
Por todo esto, crece el deseo generalizado de justicia que va más allá de este caso en particular y que representa sólo una parte de la telaraña de corrupción, opacidad y abuso de poder que muchos han participado en tejer. El gobierno de Javier Duarte, uno de los más acusados históricamente deja sinsabores y lecciones de las cuales esperamos no haya omisión.
Duarte de Ochoa es acusado por su probable responsabilidad en delitos de delincuencia organizada, lavado de dinero, peculado e incumplimiento del Deber Legal. De acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación derivado de estas acusaciones existen 44 funcionarios y servidores públicos involucrados, 34 empresas fantasma vinculadas, así como el desvío de al menos 223 millones de pesos provenientes del erario público.
La forma de operar de Javier Duarte consistía en entregar los recursos a través de empresas fantasma y triangularlas así a otras compañías y a diferentes prestanombres, mismos que al final fueron invertidos en la compra de propiedades en Estado de México, Ciudad de México, Guerrero, Veracruz, Texas y Florida. NSin dejar de lado la compra de un lujoso yate.
No hay que olvidar, que durante el gobierno del poco querido Javier, la deuda pública de Veracruz creció de forma exorbitante ascendiendo a 35 mil millones de pesos. Mucho menos, que su administración fue constantemente señalada por acallar la libertad de expresión, el incremento de la violencia e inseguridad, leyes a modo y una huída en un helicóptero del estado.
La telaraña de corrupción en Veracruz es grande y los daños causados son profundos. Es muy cierto y un tanto sospechoso que Javier Duarte cayó a mes y medio de la elección del 4 de junio, cuando se renovará la gubernatura del Estado de México, la cuna electoral más grande del país y por tanto, la joya de la corona priista; sin duda, la detención de Duarte trajo al PRI una ráfaga de vientos de calma para llegar en mejores condiciones a los comicios mexiquenses. La pregunta es si su captura tendrá algo de planeación y estrategia electoral, lo tendremos que ver.
Ahora el mantra para México, lejos del estilo Duarte, tendría que ser: Sí merecemos justicia, sí merecemos abundancia. Es mi opinión…