Foto Portada: Citlaltépetl, estratovolcán (Autor: Rafael C. Rodríguez)
Te has preguntado ¿por qué el Popocatépetl o el Volcán de Colima producen explosiones a diferencia de otros volcanes que tienen flujos de lava lentos como los de Hawái?
La respuesta está en la concentración de “sílice” en el magma (roca fundida en el interior), es decir, que una mayor concentración no permite el escape de los gases disueltos en el magma por lo que se genera gran presión hasta que se libera súbitamente produciendo una explosión; caso contrario con bajas concentraciones de sílice, donde el gas se libera con facilidad y la lava que producen son muy fluidas.
Existen 4 diferentes tipos de lava: Basalto, Andesita, Dacita y Riolita, que tienen una concentración de sílice, viscosidad y temperatura distintos produciendo diferentes efectos debido a su fluidez o explosividad.
Con este gráfico podemos entender que cada volcán es diferente, que pueden existir diferentes tipos de volcanes con relación al tipo de actividad eruptiva. Estas diferencias conducen a que los volcanes tengan diferentes tipos de estructuras ya que no todos los volcanes son conos simétricos y alrededor del mundo podemos encontrar distintas estructuras volcánicas.
Volcanes de Escudo:
Son volcanes de grandes dimensiones, formados por sucesivas capas de erupciones basálticas cuyas erupciones de lavas muy fluidas crean pendientes suaves. Por ejemplo, muy conocido a nivel mundial es el Mauna Loa y Kilauea en Hawái, que es el volcán más grande del mundo desde su base en el fondo del mar a más de 10km de profundidad. En México tenemos el Cofre de Perote (inactivo).
Estratovolcanes:
Es un cono que puede llegar a tener grandes dimensiones; se forman a partir de sucesivas erupciones de lavas, escorias, cenizas, y todo material volcánico que se acumula en capas alternadas o estratos. Comúnmente las lavas de estos volcanes son Andesitas, Dacitas y ocasionalmente Riolitas. En México, el mejor ejemplo son el Citlaltépetl, Popocatépetl y Volcán de Colima, que poseen lavas viscosas.
Calderas:
Puede entenderse como un gran cráter, pero sin cono teniendo casi las mismas dimensiones de la base de un volcán común; se forman a partir de colosales explosiones donde desaparece todo el edificio volcánico o por hundimiento y colapso de la cámara de magma. Comúnmente las grandes explosiones se producen con lavas viscosas que almacenan mucho gas. Yellowstone es el mejor ejemplo de una caldera volcánica y se le conoce mundialmente como un “supervolcán”; en México el mejor ejemplo de caldera se encuentra al norte de Puebla, en Los Humeros, actualmente es explotada para uso de energía geotérmica.
Conos cineríticos:
Pequeños conos formados a partir de la acumulación de lavas fluidas, cenizas y piroclástos. Por lo general, suelen ser volcanes monogenéticos (un solo periodo eruptivo) los que poseen este tipo de estructuras. Claro ejemplo de ello son el Xítle (sur de CDMX) y el Paricutín (Michoacán).
Maares:
Son cráteres a nivel de la superficie, se forman cuando el magma atraviesa algún cuerpo de agua subterránea produciendo explosiones fratomagmáticas. En el estado de Puebla, entre los volcanes La Malinche y Citlaltépetl se encuentran diversos Maares, los más conocidos son la laguna de Aljojuca y la laguna de Alchichica.
Domos:
Son cuerpos de lava en forma de bulto o domo, por si mismos es la estructura volcánica, aunque también se pueden formar dentro de los cráteres de algunos volcanes como el Nevado de Toluca -para nombrar uno en el caso de México- donde en el centro es muy notable un domo formado por lavas Dacíticas y que divide el lago del Sol y de la Luna. Los domos son formados por lavas altamente viscosas y sus erupciones pueden ser muy explosivas tal y como ocurrió en 2008 con el volcán Chaitén, Chile.
Con esta pequeña explicación espero que podamos entender algo más los volcanes que nos rodean en casi todo el país, ya que es casi seguro que esa montaña o cerro que ves desde tu ventana, sea realmente un volcán que estuvo activo hace miles de años.
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