“Cariño, ten cuidado que te vas a caer”, “Peque, come el salchichón despacito que te vas a atragantar”. Este tipo de frases, en un principio inocentes, usadas con demasiada frecuencia pueden ser perjudiciales para los más pequeños de la casa.
Una actitud que coloquialmente se conoce como paternidad helicóptero o aquellos padres que siempre están con un ojo encima de sus hijos. Este comportamiento sobreprotector puede ser muy dañino para ellos, según explica un último estudio elaborado por la Universidad de Minnesota y publicado en Developmental Psychology.
“Los padres sobreprotectores y ultra controladores pueden tener un efecto muy negativo que afecte al desarrollo del niño para manejar de forma correcta sus emociones y comportamientos”, explican los autores en un comunicado. La investigación demuestra que los pequeños que “tienen padres helicóptero son menos capaces de lidiar con los desafíos que demanda el propio crecimiento como pueden ser: comportarse bien en clase, hacer amigos o tener un buen rendimiento escolar”.
Para llegar a estos resultados, los investigadores analizaron a 422 niños y niñas de distinta raza y de distintos estratos económicos durante ocho años y los estudiaron en tres ocasiones: con dos, con cinco y con 10 años. Los datos surgieron de la evaluación de las interacciones entre padres e hijos, informes de sus profesores y de su propia experiencia a los 10 años.
El ensayo consistía en que progenitores y chavales jugaran de la misma manera que lo hacían en casa. Según sus resultados, el control excesivo de la crianza de los hijos cuando el niño tenía dos años se asoció con una peor regulación emocional y de comportamiento a los cinco, según hallaron los investigadores.
Por el contrario, cuanto mayor es la regulación emocional de un niño a los cinco años, es menos probable que tenga problemas emocionales y mayor probabilidad de que tenga mejores habilidades sociales y sea más productivo en la escuela a los 10. De la misma manera, a los 10, los niños con un mejor control de los impulsos tenían menos probabilidades de experimentar problemas emocionales y sociales y tenían más probabilidades de mejorar en la escuela.
Estas conclusiones no son una novedad. Investigaciones anteriores ya habían incidido en las consecuencias negativas de la sobreprotección en los niños. Uno elaborado en 2016, concluía que «los niños con padres intrusos y controladores, aquellos que presionan demasiado a los pequeños para obtener buenas calificaciones, pueden ser más propensos a volverse altamente autocríticos, ansiosos y deprimidos».
Y otra de 2017 incidía también en que la paternidad helicóptero era más frecuente con las niñas, «y que este comportamiento podía ser perjudicial para su capacidad de desarrollar mecanismos de afrontamiento efectivos para resolver conflictos y tratar con estresores de la vida cotidiana».
«Efectivamente, los principales efectos de la sobreprotección son que no dejamos a los menores que aprendan por sí mismos a resolver los problemas de su día a día. Al no desarrollar estas habilidades, normalmente, tienen más propensión a ser más ansiosos y a tener más dificultades de regulación emocional», explica por correo electrónico Jesús Matos, psicólogo por la Universidad Complutense de Madrid, con un máster en Psicología Clínica y de la Salud.
«Si en lugar de fomentar la autonomía optamos por la sobreprotección», prosigue, «estamos creando niños demasiado dependientes, que a la hora de enfrentarse a las dificultades inherentes a la vida, al no tener a nadie que se las resuelva, van a sufrir más».
Con información de El País