El diario The New York Times, dio una mirada a la judoka, Rafaela Silva, quien, desde sus modestos orígenes, se ha vuelto una atleta sobresaliente en busca del oro olímpico en agosto.
Pocos atletas brasileños serán tan observados como Rafaela Silva en los próximos Juegos Olímpicos de Río, así que los escritores y fotógrafos del diario norteamericano, visitaron el humilde hogar de la judoka para encontrarse con una casa entre ruinas a medio construir en una subida empinada.
Rafaela vivió su infancia, junto a su hermana Raquel, en Cidade de Deus, la favela más violenta de Río, pero desde muy joven su familia se cambió a Rua Agostinho, lejos de los ladrones, pistoleros y traficantes de drogas. Sin embargo, este origen la convirtió en una joven que solía pelear constantemente en el afán de defenderse. «Nos reunimos para caminar juntos y apenas llegábamos a la esquina y Rafaela ya estaba en una pelea», dijo Raquel. Por esta razón sus padres la llevaron a estudiar judo, disciplina que le dio estructura y diversión.
Uno de sus maestros, Geraldo Bernardes, describe a Rafaela como una niña agresiva, pero con la disciplina suficiente para usar esa agresividad hacia el deporte. Para incentivar la disciplina, Bernardes prohibía a las niñas hacer examen de cambio de cinta si tenían problemas en la escuela por peleas. Esto y otras bases de las reglas del Judo, le ofrecieron a Silva las herramientas para volverse toda una atleta.
Aunque Rafaela Silva no pudo entrar a los Juegos Olímpicos de Londres, ahora los Juegos llegarán a su propio país y tanto ella como su hermana, quien está en otra categoría, entrenarán con Bernardes para conseguir la presea de oro y llenar de orgullo a sus padres y a su país. La única Medalla que no tengo es la medalla olímpica” dijo Silva. “Tener la oportunidad de ganar una frente a mi familia y amigos no tiene precio”.
Con información de The New York Times