La indignación crece entre médicos, pacientes y ciudadanos al revelarse que el gobierno de Claudia Sheinbaum destinó 60 mil millones de pesos en combustible a Cuba, mientras los hospitales mexicanos enfrentan un desabasto sin precedentes.
El contraste es brutal: mientras el Estado mexicano financia a otro país, en el Hospital Infantil de México “Federico Gómez”, el más importante del país, no hay insumos ni medicamentos suficientes para atender a los niños que necesitan cirugías y tratamientos urgentes.
Los propios médicos del hospital denunciaron la situación mediante una carta dirigida a la Presidencia, advirtiendo que las operaciones se están posponiendo por falta de anestesia y material quirúrgico, lo que pone en riesgo la vida de cientos de menores.
El gobierno ha guardado silencio. No hay pronunciamiento oficial sobre el envío de combustible a Cuba ni sobre el colapso sanitario en el sector público. El contraste entre la generosidad exterior y la indiferencia interna ha desatado una ola de críticas que cuestionan las prioridades de una administración que parece más interesada en su política exterior que en la salud de su propia población.
Mientras millones de familias mexicanas deben comprar sus propias medicinas ante el desabasto en hospitales públicos, el presupuesto federal sigue desviándose hacia programas y transferencias que no atienden la emergencia sanitaria nacional.
Expertos en salud y economía advierten que estas decisiones reflejan una grave descomposición institucional, donde el gasto público se usa con fines políticos y no sociales. El resultado: niños sin tratamiento, hospitales sin recursos y una población que paga el precio de un Estado que ha dejado de funcionar.
México, con hospitales sin medicinas y un sistema sanitario colapsado, ya muestra los signos de un Estado fallido.

