La tragedia en Veracruz no solo dejó muerte y devastación, sino también una muestra del cinismo político más atroz. La diputada Lilia Aguilar, del Partido del Trabajo (PT) y aliada de Morena, culpó abiertamente a los ciudadanos por las inundaciones que han dejado decenas de muertos y miles de damnificados en el estado.
Sus declaraciones desataron una ola de indignación en redes sociales, donde usuarios y víctimas del desastre señalaron que la legisladora busca culpar al pueblo para exonerar a las autoridades, especialmente a la gobernadora Rocío Nahle, quien ha sido criticada por su inacción y negligencia durante la emergencia.
La tragedia que intentan culpar al pueblo
Mientras familias enteras lloran a sus muertos y buscan sobrevivir entre el lodo, Aguilar declaró que “los desastres naturales también son consecuencia de nuestras acciones como sociedad”, intentando desviar la atención de la falta de prevención, infraestructura y respuesta del gobierno estatal.
Las palabras resultaron insoportables para una población que lleva semanas viviendo entre el agua, sin apoyo ni servicios básicos.
En Poza Rica, Papantla, Tecolutla y Tuxpan, las escenas son devastadoras: ríos desbordados, viviendas desaparecidas y cuerpos recuperados entre los escombros, mientras la ayuda oficial llega tarde o simplemente no llega.
Culpar al pueblo, la estrategia del fracaso
La reacción de la diputada no es un hecho aislado. En los últimos días, varios funcionarios morenistas han intentado justificar la crisis minimizando los daños o responsabilizando a las víctimas, en lugar de asumir los errores de gestión.
Expertos en protección civil coinciden en que las muertes pudieron evitarse si se hubieran emitido evacuaciones preventivas y se hubieran mantenido las obras de contención prometidas desde hace años.
El enojo social se traduce en una frase que hoy recorre todo el país: hay quienes ayudan, y hay quienes se pudren con su cinismo.
En un país que llora a sus muertos, escuchar a una representante pública culpar al pueblo solo confirma lo que muchos ya sabían: el desastre más grande no es la lluvia, sino el gobierno.