La Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos advirtió a Barack Obama en agosto de 2016 que el mandatario ruso, Vladimir Putin, había dado una orden de piratear al Partido Demócrata, con el fin de perjudicar a la candidata presidencial Hillary Clinton y ayudar al republicano Donald Trump.
Sin embargo, fue hasta enero de 2017 que Estados Unidos acusó a Putin de tratar de desestabilizar el sistema electoral estadunidense para socavar las posibilidades de Clinton y ayudar a Trump. En agosto de 2016, según el diario, Obama puso a la Casa Blanca en pie de guerra: ordenó a sus servicios de inteligencia y de seguridad obtener la máxima información posible y hacer una lista de represalias posibles, desde sanciones económicas hasta ataques cibernéticos.
Obama autorizó las sanciones el 29 de diciembre: la expulsión de 35 espías, el cierre de dos residencias diplomáticas rusas en Estados Unidos y castigos económicos contra los servicios secretos de esa nación. Además, aprobó una operación conjunta ultrasensible de la CIA, la Agencia de Seguridad Nacional y el comando cibernético estadunidense: la implantación en la infraestructura rusa de un código malicioso latente que pudiera ser activado en caso de una escalada.
Con información de La Jornada