Mientras millones de mexicanos enfrentan una crisis económica, Andrés Manuel López Beltrán, hijo del presidente López Obrador, decidió incursionar en el mundo del arte… pero del arte caro.
De acuerdo con una investigación de Latinus, Andy López Beltrán adquirió en Japón una pieza de la reconocida artista contemporánea Yayoi Kusama, por la que pagó alrededor de 500 mil pesos.
La obra pertenece a una de las autoras más cotizadas del mundo. Su arte se vende en casas como Christie’s y Sotheby’s, donde cada pieza alcanza cifras de seis e incluso siete dígitos.
Una compra así no es casualidad ni pasatiempo. Es una declaración de estatus.
La familia del “no tenemos dinero”
El presidente López Obrador ha repetido por años su discurso sobre la “austeridad republicana”, el desprecio al lujo y la vida sencilla.
Pero los hechos parecen contradecir el eslogan: mientras él insiste en que “no somos iguales”, sus hijos viven en un mundo cada vez más ajeno al del pueblo que dicen representar.
Andy, que nunca ha ocupado un cargo público formal, se mueve entre contratos de gobierno, negocios opacos y ahora, colecciones privadas de arte internacional.
La pregunta es inevitable: ¿de dónde salen los 500 mil pesos para una sola pieza si su ingreso declarado no coincide con ese estilo de vida?
El contraste con la realidad del país
Mientras en México faltan medicinas, suben los precios y los hospitales públicos siguen desabastecidos, el hijo del Presidente viaja a Japón a comprar arte de lujo.
No hay nada ilegal en tener dinero, pero sí profundamente inmoral cuando se presume vivir con austeridad mientras el pueblo carga con carencias.
La contradicción no es solo estética, es política.
Hablan de honestidad, pero se comportan con la opulencia que juraron erradicar.
Del discurso moral al doble estándar
López Beltrán, el mismo que se presenta como impulsor del arte y la cultura desde el gobierno, usa ese mismo argumento para justificar privilegios personales.
En la administración que llama “de los pobres”, los hijos del Presidente parecen gozar del único lujo permitido: el del silencio oficial.
Mientras tanto, ni la Presidencia ni la familia han emitido declaración alguna sobre el origen del dinero con el que se adquirió la obra de Kusama.
En un país donde millones viven al día, medio millón en arte no es gusto, es provocación.