Un beso oaxaqueño en mi rancho ¡Viva Oaxaca!

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¡Ándate con cosas Juan!

Anoche tuve la gran dicha de disfrutar de la visita de Oaxaca en la plaza de mi rancho, ahí  estaba su gente, con sus bellas mujeres, sus incomparables vestidos, sus puestos llenos de olores, colores, sabores y magia.

Y como decía mi apá: “el chamaco es tragón y le sirves en plato grande”, pues así me serví anoche, con la cuchara grande.

Sin ánimo de antojar, me pedí una gigantesca tayuda, y para que “amarrara” un mole almendrado, picosito, exquisito, acompañado lo anterior con una celestial agua de horchata con almendras; bueno hasta parecía que escuchaba la voz de mi hermano cuando estábamos frente a tremendos manjares: “¡Ándate con cosas Juan!”

—¿Te vas a comer todo eso? –me preguntó mi señora-

Antes de que yo pidiera contestar, el mesero le dijo: “Si le cabe damita, si le cabe”, y ya con la respuesta de todo un experto que seguramente ha visto comer a cualquier cantidad de “tragaldabas, panza de buitre” como un servidor ella se sintió más tranquila…y yo también.

Estoy seguro que si en el cielo las cosas son justas (como deben ser), sin duda habrá en las mesas toda la exquisita comida oaxaqueña, y la de Yucatán, la de Puebla, la de Tabasco, Veracruz y todo mi México.

Qué hermoso es sentir la calidez, la amabilidad, la hospitalidad de hermanos de otra tierra en la tuya, te hacen sentir como en casa, o sea, como si estuviéramos en Oaxaca.

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Para bajar la cena caminamos por todos los puestos, al fondo los sonidos de Oaxaca. Me confieso un ignorante del tipo de música, pero es bellísima, alegre, pues este es uno de los rasgos más característicos del pueblo oaxaqueño, son tan pispiretos como su marimba.

«La Sandunga», «La Martiniana», «La Llorona», «Canción Mixteca», “Dios Nunca Muere” y otras melodías que he escuchado en la Guelaguetza flotaban por el ambiente mientras nos paseábamos.

Confieso que me traje trozos de Oaxaca a mi casa, no sé si es un delito o no, pero me arriesgué, traje un kilo de pasta mole almendrado y con él seguro están las manos de preciosas cocineras en el que pusieron su sazón, su amor. También me taje un kilo de quesillo, no, no de queso Oaxaca hecho en no sé dónde, sino del único y original quesillo, así que no es por dárselos a desear, pero las chilacas y las quesadillas que hoy acompañarán a mi carne asada, tendrán sabor oaxaqueño, POSQUIOBO.

Mi padre decía: “pa todo mal, mezcal, y pa todo bien, pos también”, así que, ¿cómo podría faltar el mezcal?, tengo en mi alacena un exquisito mezcal (con su gusano obviamente), mucho más barato de lo que realmente vale, porque el valor de los conocimientos del maestro jimador, el reposo en aquella tierra, simplemente no tiene precio, porque como dice el dicho: «Amor sincero el de un mezcalero»

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Una de mis inocentes pequeñitas me preguntó: “¿el mezcal pone borracha a la gente?”, a lo que hábilmente contesté: No mi niña preciosa, “El Mezcal no emborracha, nomás lo pone a uno mágico»

Y llegamos al puesto de las nieves, una verdadera delicia, entre las clásicas de limón, chocolate, nuez y coco, destacan sabores como de tuna, piña colada, flor de piña, mamey, guanábana, beso de ángel (nuez con cereza), Beso Zapoteco (pera y durazno) y los extraordinarios pétalos de rosas (rosas con almendras), Tequila y  Beso Oaxaqueño (Naranja con mezcal), y si, adivinaron, pedí mi vasito de nieve con la mitad de tequila y la mitad de mezcal.

Es oficial: Anoche fui al paraíso de ida y vuelta.

Yo creo que si pudiéramos (si es que se pudiera) resumir a Oaxaca en una sola palabra, sería “MAGIA”, pues así son las experiencias que se viven al disfrutarlo con los cinco sentidos, porque quien no prueba a Oaxaca con todo el cuerpo y todo el alma, no sabe lo que es Oaxaca, y no sabe de lo que se ha perdido.

En el puesto del mole, nos dieron a probar chapulines y la señora nos dijo: “el que come chapulines, seguro vuelve”, me comí tres, ¿y saben una cosa? ¡En la semana vuelvo!

¡ Hasta el próximo Domingo !

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