Me encontraba concentrada en el discurso de una paciente mía -que a la vez es también colega psicoterapeuta-cuando me cuenta que le interpreta a su propia paciente que, por distraerse con los asuntos de su familia, no estaba haciendo lo que le tocaba en la vida.
La frase me llamó mucho la atención, me pareció un estupendo comentario y me comencé a preguntar cuánta gente estaba haciendo lo que le “tocaba en la vida”. Me doy cuenta que esta cuestión es polisémica pues nos remite a varias posibles interpretaciones;
Qué me toca hacer desde el destino impuesto por mi genealogía
Qué me toca hacer desde mi deber con el mundo, la sociedad, etcétera
Qué me toca hacer en relación con mi deseo
Qué me “toca”, me mueve, me motiva, me estimula, qué me toca internamente… y así nos podemos seguir.
Desde la cadena genealógica nos toca hacer mucho: reparar lo roto en nuestra familia, hacer lo que los demás miembros de esta no pudieron hacer, cumplir con expectativas ancestrales de estudiar una carrera, tener dinero, “mejorar la raza”… ¡yo qué sé! Todas proyecciones parentales que nos son colocadas desde antes de siquiera nacer. La pregunta es ¿cómo desmarcarnos de la narración que nuestros padres desean inconscientemente imponernos y encontrar una voz propia, sólo la mía, no poblada por multitudes, como diría el poeta Walt Withman.
En cuanto a nuestro “deber con el mundo” acude a mí el cuento del pequeño colibrí que con su pico llevaba agua al incendio del bosque. Un compañero le reclama: “con ese piquito nunca vas a lograr apagar el incendio” a lo que el colibrí responde: “de acuerdo, pero estoy haciendo lo que me toca hacer”. Ojalá que todos hagamos lo que nos toca hacer: reciclar, cuidar al planeta, hacer el bien, ayudar al prójimo, trabajar, y un sinfín de acciones que, en conjunto, generan grandes logros.
Luego pienso en qué me toca en relación a mi deseo, a lo que me constituye y me conforma, a aquello “para lo que soy buena” y que me gusta hacer día tras día. No sólo laboralmente, sino también en relación a mí misma, a los míos, a los otros. Y esta pregunta, en el mejor de los casos, me remite a lo que me “toca” la vida. Si me planteo hacer lo que me toca según los avatares de mi deseo encontraré aquello que me toca el alma, el corazón, la entraña, y tendré la sensación de estar viviendo la vida plenamente.
Obvio que no siempre está tan recortadito y fácil. Yo supe lo que quería ser y hacer desde mi adolescencia, y también estoy pagando mis adeudos genealógicos, no crean que no. Asimismo procuro hacer lo que me toca con respecto al mundo y a la sociedad en la que vivo, aunque sé que debería hacer muuuucho más. Algunos de los que ahora me leen podrán estar atorados en trabajos que no son satisfactorios, en matrimonios sin sentido, o con amigos para los que no tienen paciencia y tolerancia. Quizás es tiempo que cada uno se pregunte “¿estoy haciendo lo que me toca en la vida?” Sentémonos, pues, a reflexionar con seriedad. Sólo nos queda esta vida y nos toca vivirla plenamente.