Federico Acosta y Maria Fernanda Olivera, decimocuarta generación de la realeza azteca, renuncian al dinero de su linaje. Sólo buscan reconocimiento por parte del gobierno a 500 años de la muerte del gran tlatoani mexica y del saqueo y destrucción de Tenochtitlán.
Moctezuma Xocoyotzin procreó intensamente. La mayoría de los cálculos le adjudican 19 vástagos. Los mexicas pensaban que la línea sucesoria era cosa de las mujeres, una especie de seguro sanguíneo. El historiador cubano Alejandro González Acosta, experto en parte de la heráldica de la realeza azteca lo resume de esta manera: «hijo de hija mi nieto es, hijo de mi hijo quién sabe. Los judios también lo hacían así«.
González Acosta, investigador del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, estudió al detalle el árbol genealógico de la hija mayor de Moctezuma, bautizada Isabel tras la conquista.
Hernán Cortés tomó bajo su protección a Isabel de Moctezuma. La casó con uno de sus soldados, Alonso de Grado, pero este murió poco después. Luego, dice González Acosta, Cortés «la violó o cometió estupro: por la fuerza, o por engaño«. Pocos meses más tarde la volvió a casar, de nuevo con uno de sus hombres. Pero primero tuvo a la hija de Cortés, Leonor, a quién esta desconoció. Con su nuevo marido, Pedro de Andrada, tuvo a su primer hijo legítimo. Poco después murió Pedro y se casó con otro soldado, Juan Cano, con quien tuvo cinco hijos más.
Cortés cabildeó para que Carlos V, obsequiara tierras y títulos a su ahijada. Y así fue. El monarca le concedió el señorío de Tacuba, terreno que comprende el centro histórico de la actual Ciudad de México, el Zócalo, la Catedral, el Palacio Nacional, y se extiende por decenas de kilómetros.
Por casi cuatro siglos, esa concesión implicaba el pago de una renta, primero por parte de la Corona, y luego por los sucesivos gobiernos de México. El terreno era de Isabel, sus hijos, sus nietos… Resulta difícil imaginar a los descendientes de Moctezuma echando a la curia de la catedral, o construyendo un club de campo en el Zócalo. Mejor que eso, los Gobiernos pagaban. Y así fue hasta finales de 1933. De hecho, fue un 27 de diciembre de hace 84 años, cuando la Secretaría de Hacienda mexicana, en manos del presidente Abelardo Rodríguez, decidió que no pagaría un peso más a ningún descendiente de Moctezuma.
El abuelo de la señora Olivera fue de los últimos que la cobró. «No es una cuestión de dinero, explica la señora Olivera. «Lo bonito es que te reconozcan de donde vienes, que tengas un lugar en la historia. Y ahora hace falta una persona así como Moctezuma, que ponga orden en el país porque está esto hecho un desastre».
«A mi lo que me gustaría es que nos tuvieran en cuenta, nuestro origen, una de las familias más antiguas que hay en México», explica Maria Fernanda Olivera.
Federico Acosta va un poco más allá: «A ver, aquí hay algo que hay que matizar. Se dice que nosotros buscamos cobrar la pensión. Es falso. Nosotros no demandamos nada. Pero si nos interesaría como familia ser escuchados, porque somos mexicanos de primera clase. Yo creo que deberíamos tener voz y voto. Sobre cuestiones sociales, cuestiones inherentes a lo que le hubiera gustado a nuestra familia antiguamente. Ser oídos para tomar ciertas decisiones.»
Con información de El País