Ayer la Corte Suprema de Justicia de Brasil, negó a Lula da Silva el habeas corpus preventivo que había solicitado el ex mandatario luego de un fallo en su contra por supuesta corrupción y lavado de dinero. Tal recurso supondría permitir que el condenado sea llevado a la cárcel antes de recurrir a todas las instancias, como prevé la Constitución.
Se esperaba que la magistrada Rosa Weber votara a favor de Lula, pero luego de un largo discurso -con serias contradicciones- le negó el habeas corpus. Lo más sorprendente es que al votar admitió que, cuando llegue al pleno de la Corte un pedido generalizado contrario a la prisión antes de que se agoten todos los recursos, “podré revertir mi posición”. O sea, sólo como se trataba del ex presidente y el que actualmente aparece como favorito absoluto en las encuestas para las elecciones de octubre, votó en contra.
Las alternativas de la defensa del ex presidente para mantenerlo lejos de una celda son exiguas, ínfimas. Podrán, a lo sumo, postergar por un tiempo –días, quizá semanas, pero pocas– su encarcelamiento.
Luego de haber hecho ingobernable el período en que Dilma Rousseff estuvo en la presidencia, y tras su destitución anticonstitucional, se instaló el grupo encabezado por Michel Temer, faltaba el paso final: liquidar a Lula e impedirle retornar a la presidencia. Condenado en un juicio en que no hubo una sola prueba, un proceso plagado de abusos, arbitrariedades e irregularidades –todo eso frente al silencio cómplice de las instancias máximas de la justicia brasileña– faltaba ese paso.
Con información de La Jornada