William Brown era un joven de 25 años que trabajaba junto a su padre como electricista. Hace unos días, salió de su casa en el coche de su abuela para hacer diferentes encargos. Se paró afuera de una tienda de vaporizadores y cigarros electrónicos.
En el estacionamiento, al parecer, accionó su cigarro electrónico después de abrir la puerta del coche. Según los reportes de la policía, el cigarrillo explotó lanzando esquirlas a gran velocidad. Varias de ellas se incrustaron en el rostro y la boca del joven. Desesperado, tiró lo que quedaba del vaporizador que, por el calor que emanaba, derritió el cenicero del coche. Lleno de sangre, el joven intentó salir del coche, pero apenas logró apoyarse en el cofre y se desplomó en el estacionamiento.
Los empleados de las tiendas vieron toda la escena y llamaron a la policía. Una ambulancia transportó a Brown a un hospital en donde aguantó dos días antes de fallecer. La causa de la muerte fue, al parecer, un paro cardíaco provocado por un pedazo de metal que se le incrustó en la yugular. Los doctores habían inducido un coma químico a Brown para operarlo, pero postergaron la operación. Finalmente, después del paro cardiaco lo pusieron en terapia intensiva sin lograr salvarlo.
El padre de William, Steve Brown, le dijo a The Washington Post que “era un niño verdaderamente dulce. Antes de estas horas, no había pasado un solo día sin hablar con él en 25 años.”
Ésta es la segunda muerte relacionada con cigarros electrónicos en Estados Unidos. En mayo del año pasado, un hombre murió en florida cuando su vaporizador explotó causándole heridas en la cabeza e incendiando su casa. Según la organización Tobacco Control, ha habido más de 2 mil explosiones de vaporizadores entre 2015 y 2017. De una forma mucho más precisa, la Administración de Fuego de Estados Unidos (U.S. Fire Administration) explicó en un reporte que, entre enero 2009 y diciembre 2016, ha habido 195 incidentes de explosión y fuego por cigarros electrónicos en Estados Unidos.
Fuente: Noticieros Televisa