En un gesto destinado a desatar la ira en Oriente Próxim
, una mudanza que por “motivos logísticos, de seguridad y constructivos” requerirá años.
Hace 70 años, el acuerdo de partición de Palestina situaba provisionalmente a la ciudad de Jerusalén bajo administración internacional. Pero pronto la parte occidental fue ocupada por Israel y tras la guerra de los Seis Días, en junio de 1967, también la oriental. Justo aquella que los palestinos consideran su capital.
Trump juega con fuego, ha dejado que se filtrase su intención de reconocer la capitalidad de Jerusalén e incluso ha alertado a las legaciones estadounidenses de la posibilidad de protestas. Guardando silencio, al igual que hiciera con su retirada del pacto contra el cambio climático, ha permitido que la tensión escénica se elevase al máximo. El resultado ha sido que en Oriente Próximo y Europa se han multiplicado las presiones para que abandonase la idea.
La decisión oficial, será comunicada hoy en un discurso, ya se la ha trasladado Trump al líder palestino Mahmud Abas y al rey jordano Abdalá II en una ronda de diplomacia telefónica. Su intención es reconocer la “realidad histórica” de Jerusalén y trasladar en cuanto sea posible la embajada. Este cambio de sede ya fue acordado por el Congreso en 1995, pero por “seguridad nacional” lo han postergado desde entonces todos los presidentes.
Con información de El País