63 años de “La dolce vita”

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“La dolce vita era tan grande en el resto del mundo”, comenta Martin Scorsese en su documental <Mi viaje a Italia>.

Con un análisis ácido (como es propio en la obra de Fellini) al poder de los medios y la explotación de la imagen como camino de construcción a una nueva realidad mediática y su culto a la sobrexposición como ocurre hoy en las redes sociales, Fellini informalmente estructura episodios entorno a la vida de Marcello (Marcello Mastroianni) un periodista rodeado de paparazis que van con él en busca de su primicia; con aires de voyerismo en su recorrido de fiestas privadas en las que se deleita la aristocracia plagada de vacíos existenciales, frivolidades y excesos burgueses y la actriz cosificada (Anita Ekberg) que posa a las cámaras junto a Marcello.

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Juntos nos regalaron una de las escenas más icónicas en el cine, donde Anita con su inolvidable vestido negro embelesa a ese periodista ávido de ser parte de ese mundo en las aguas de la Fontana di Trevi. Fellinni configura una idea de artificialidad cuyo objeto de estudio es la aristocracia y su obsesión la burguesía, donde desmitifica los íconos religiosos, los arrebata de sus templos y ubica en sitios burdos, donde pone entre dicho las costumbres paternalistas y las despoja de todo idealismo quebrando la familia patriarcal y transformando en cinismo la ingenuidad.

Nos muestra la decadencia de la superficialidad, el libertinaje que lucha acérrimamente por esconder su verdadera amargura, haciendo que Marcello renuncie a toda posibilidad de redención y dejando al espectador con una amplia gama de sabores que van variando entre la repulsión y obsesión.

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“La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”, Federico Fellini

Hoy son 63 años de esta hábil, tenaz y cruda obra que representó un antes y después dentro de la amplia y perfecta obra de Federico con la que se erigió como uno de los maestros de la generación, creador de un cine de intempestivo espectáculo, contestário y festivo, así como penetrante de mentes vírgenes de esas emociones y turbulencias.

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