Dolor y furia fue la reacción de los familiares de los 44 tripulantes del submarino ARA San Juan, que desapareció en el Atlántico sur el pasado 15 de noviembre, cuando un jefe de la Marina utilizando un lenguaje científico les comunicó la presencia de una «anomalía hidroacústica, un evento violento, singular, anómalo, corto y no nuclear consistente con una explosión». Sin embargo, la tragedia se resumía en una corta frase: el sumergible explotó.
«Nos engañaron, lo sabían porque fue el mismo día 15 que esto sucedió, fueron perversos, mataron a los nuestros», gritaron los familiares. Jesica Gopar, esposa del tripulante Fernando Santilli, dijo que hablando con personal de la Armada les dijeron directamente que la nave podría haber estallado y nos aconsejaron llevar flores al mar.
No había consuelo ni contención al saber que el informe marcaba el 15 de noviembre en la mañana cuando sucedió este hecho; nadie creyó que las autoridades no lo sabían desde hace días y denunciaron que fue un acto perverso haberlos mantenido con esperanza.
El trágico anuncio cerraba las puertas a toda posibilidad de encontrar con vida a los 44 marinos del San Juan. Están todos muertos, nos confirmaron que están todos muertos, dijo entre sollozos el padre de uno de los tripulantes, al referirse al informe de la Armada de que el ARA San Juan sufrió una explosión a las 10:31, justo tres horas después del último contacto.
El gobierno del presidente Macri deberá explicar a la población y al Congreso por qué estaban militares y científicos de la estadounidense Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio desde la segunda quincena de octubre y por qué llegaron a Ushuaia buques el 31 de ese mes, lo que es absolutamente ilegal.
También debe explicar si ya estaban haciendo maniobras naves estadounidenses de la Cuarta Flota y otras que habían participado recientemente en Chile de un simulacro de desaparición y hundimiento de un submarino. Si en función de la búsqueda del ARA San Juan, Estados Unidos, que envió aviones Galaxy, estaría instalando una base militar y otra de control de ensayos nucleares en Tierra del Fuego, la llamada isla del fin del mundo, despoblada ahora al cerrarse en los pasados dos años las fuentes de trabajo.
Con información de La Jornada