Descendido a la categoría de delincuente y tan buscado como Joaquín “El Chapo” Guzmán antes de su última captura, Javier Duarte, gobernador con licencia de Veracruz, es rastreado con toda la fuerza del Estado Mexicano y por la Interpol en más de 190 países, un hecho que aunque a veces imaginable en la realidad actual del país, no deja de sorprender a la ciudadanía.
Pareciera una jugada que planeó con cautela. Desde el inicio de su administración como gobernador de Veracruz, Duarte de Ochoa, fue señalado por corrupción, tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito. Mientras que su gestión, rodeada de escándalos y acusada del declive la entidad al permitir el asentamiento del crimen organizado, el quiebre de la economía y la impunidad, se coronó con más de 50 denuncias en su contra y posteriormente con su fuga.
Previamente, el ex funcionario renunció a su cargo, no sin antes asegurar que no huiría ante las acusaciones en su contra. Sumado a ello, la amenaza de una crisis partidista desatada desde la histórica derrota del PRI en las últimas elecciones veracruzanas, contribuyó a que la Comisión Nacional de Justicia Partidaria de la política tricolor, determinara la expulsión de Javier Duarte por violar los códigos de ética y por cometer actos de falta de probidad durante su gestión.
A Duarte lo investiga la PGR, el SAT y la Auditoría Superior de la Federación por desaparecer 35 mil millones de pesos, mientras que en Veracruz continúan a la alza homicidios, pobreza, desapariciones y crímenes contra periodistas, además de ser la entidad con la tercera deuda más grande de México.
Por si fuera poco, la Comisión de Hacienda del Congreso local de Veracruz expuso el pasado 20 de octubre que la deuda pública bancaria reconocida ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público asciende a 48 mil 183 millones, siendo que el sexenio de Duarte arrancó con un pasivo bancario de 11 mil millones de pesos.
A ello se suman más de 12 mil 877 millones por deudas con contratistas en obras públicas ya terminadas, proveedores, terceros institucionales y medios de comunicación.
Por donde le veamos, tras la gestión de Duarte, Veracruz quedó herido y le costará muchos años y mucho esfuerzo salir de nuevo adelante. Por su parte, los gobiernos entrantes tendrán que asumir con entera responsabilidad las riendas de una entidad que hoy lleva un trote cansado, lastimado, y que sin duda perdurará en la memoria colectiva el rostro y apellido de Duarte. Es mi opinión…