Fin a la violencia de género

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En menos de una semana hemos sido testigos de dos cobardes agresiones contra las mujeres: la primera sucedió en Berlín, Alemania, cuando un hombre, aparentemente en estado inconveniente (lo mínimo que se puede decir de él), pateó por la espalda a una mujer mientras bajaba los escalones del metro de esa ciudad, lo que provocó una caída brutal; así, sin razón o motivo aparente.

El segundo caso sucedió en México, mientras la Senadora Ana Gabriela Guevara del Partido del Trabajo circulaba en su motocicleta a la altura de La Marquesa, en las inmediaciones del Estado de México, sujetos desconocidos a bordo de una camioneta Dodge Voyager la chocaron, para posteriormente agredirla verbal y físicamente.

No es la primera columna que escribo sobre el tema. La violencia de género continúa creciendo aberrante entre la sociedad. Se vuelve común; visible e invisible ante nuestros ojos. Cada ataque es un recordatorio del machismo omnipresente en nuestra cultura; una forma de pensamiento latente que continúa presente en un caso aislado como el sucedido a la senadora y ex velocista, Ana Guevara, o los miles que suceden a diario en casa a madres, esposas, hermanas e hijas.

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Y es que, cuando pensamos en violencia, solemos asociarla con la rudeza y la brutalidad de los crímenes que estamos acostumbrados a ver en los medios de comunicación. Sin embargo, muchas veces pasamos por alto mínimas agresiones, algunas, a veces “silenciosas”; formas de violencia igualmente perjudiciales, al grado de situarse como uno de los posibles factores que desencadenan la violencia mayor.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), existen 18 tipos y modalidades de violencia, tales como, sexual, psicológica, física, patrimonial, económica, doméstica, social, laboral, escolar, institucional, violencia feminicida, obstétrica, de pareja, política, de género, moral y mediática, entre otras.

Mientras que, aunado a ello, la Organización de las Naciones Unidas, estima que 1 de cada 3 mujeres sufre violencia física o sexual, es decir 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo.

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La distinción de cada tipo de violencia y las estadísticas nos alertan: las mujeres son más vulnerables a la violencia y discriminación en cualquier contexto o ámbito en el que se desarrollan, prueba de un tejido social descompuesto, que no termina de cobijar por igual los derechos de la mujer.

La violencia prevalece generación tras generación debido a tres rasgos que la caracterizan: invisibilidad, normalidad e impunidad. Es un crimen universal que continúa arraigado, reforzado por la vulnerabilidad y por la presión de diversos grupos, que pese a la actualidad que nos invade, aún pone en riesgo el futuro de la equidad en todos los ámbitos.

¡Qué Ana Guevara no se vuelva una estadística! Cada caso de violencia debe ser motivo del compromiso que como sociedad debemos adquirir para poner fin a la violencia y la discriminación; para alcanzar una sociedad libre e igualitaria en la que cada una pueda relacionarse, ejercer posiciones de liderazgo y salir a la calle sin temor. Es mi opinión…

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