Ni tanto que queme al santo…
La piel a finales del siglo XIX debía ser blanca, casi aperlada, lo que era un símbolo de estatus social en Europa. La piel obscura o bronceada era frecuente en la clase trabajadora que debía exponerse al rayo del sol para hacer sus labores.
Ya en el siglo XX, alrededor de 1920, la modista Coco Chanel puso de moda entre sus seguidores la piel dorada o la piel bronceada, lo que se convirtió en poco tiempo en un símbolo de dinero, y elegancia, esparciéndose rápidamente la moda por Europa y América. Hace cincuenta años era muy común y recomendable broncearse en la playa.
Lo que causa el bronceado es la luz ultravioleta o Luz UV. La tipo A tiene una longitud de onda 320 a 400 nanómetros y la tipo B una longitud de onda de 280 a 320 nanómetros, la tipo C se refleja por completo hacia el espacio. La UV A y B asan por la atmósfera y la luz tipo A penetra sin resistencia de la capa de ozono y la B se refleja parcialmente. Esta luz invisible afecta el DNA de las células y produce la expresión de la melanina que es el pigmento que reside en las células de la piel y que da el color rojo “camarón” o café obscuro dependiendo del tiempo de exposición y del tipo de piel de la persona que esté expuesta a la luz.
De los años sesenta a los noventas, se vivió el “boom” del bronceado ya sea en la playa, con pantallas metálicas o con camas de bronceado, que se convirtieron en el factor de riesgo más importante para cáncer de piel, lo que fue ignorado mucho tiempo por el inmenso potencial económico anual que representaba la “industria” del bronceado.
Al toparnos con la realidad que la luz UV ocasiona daños al DNA, envejecimiento temprano, arrugas, riesgo de melanoma y otros cánceres de pie. La burbuja se desinfló y dejo de ser “cool” estar bronceado. Muy similar a la industria del tabaco, en la que era bien visto y recomendable fumar porque te hacía una persona inteligente y cosmopolita, tanto que 8 de cada 10 médicos recomendaban tal o cual marca de tabaco en anuncios en las revistas de moda.
Aunque la exposición a la luz solar es indispensable para la síntesis de vitamina D. La obtenemos en nuestro día a día en la vida cotidiana. En el siglo XXI la moda es la foto protección, por lo que es recomendable el uso de filtros o bloqueadores solares con factores de protección (SPF) de intensidades variables, que se usen de acuerdo a las actividades de cada persona.
La exposición a la luz UV es acumulativa en el transcurso de la vida y queda registrada en nuestras células, por lo que a mayor exposición mayor sensibilidad y riesgo de padecer las consecuencias de la exposición excesiva a esto rayos. Además de afectar la piel, la luz UV también afecta los ojos.
La luz UV ocasiona degeneración de las células de la conjuntiva y produce lo que se conoce comúnmente como “carnosidades” de las que hay dos tipos:
Pingüéculas que son un crecimiento amarillento de la conjuntiva en la zona de exposición del ojo al sol entre los párpados; Pterigiones que son un crecimiento degenerativo de la conjuntiva que avanza en forma triangular sobre la córnea que llega a ser tan grande que, inclusive, tape la visión. La luz UV también juega un papel en la formación de cataratas y degeneración de la mácula que serán objeto de otro artículo.
Lo recomendable es que usemos diariamente lociones de filtro solar y lentes con protección UV de 400 nanómetros de venta en locales cerrados. Estos dos pequeños hábitos nos protegerán de envejecer prematuramente, desarrollar cáncer de piel y alteraciones en los ojos que van desde simples carnosidades, hasta cataratas y degeneración macular. Protégete.