Barack Obama se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en visitar Hiroshima, luego del bombardeó atómico; pidió que la tragedia nunca se olvide. El mandatario rindió homenaje a los 140 mil muertos por el primer ataque nuclear del mundo.
Obama pasó poco menos de una hora en el Parque Memorial de la Paz, construido en el epicentro de la explosión que arrasó la ciudad el 6 de agosto de 1945, pero su visita estuvo cargada de un enorme simbolismo.
Se trató de un gesto muy esperado en Japón sobre todo entre los “hibakusha”, como se conoce a los sobrevivientes de la bomba atómica, siete de los cuales asistieron a la ceremonia de ayer.
No hubo una disculpa, pero sí un profundo y elaborado discurso de Obama, en el cual reflexionó sobre la tragedia. Habló de “las voces de las víctimas” y destacó la necesidad de “mantener viva su memoria, porque alimenta nuestra imaginación, nos permite cambiar y nos da esperanzas sobre un futuro mejor”.
Durante la ceremonia, llena de emoción, el presidente Obama estrechó manos y abrazó a sobrevivientes.
“Conocemos el dolor de la guerra. Tengamos el valor, juntos, de extender la paz y construir un mundo sin armas nucleares”, escribió Obama en el Libro de oro.
La llegada de Obama a Hiroshima tiene una fuerte dimensión simbólica y ha sido bien recibida en ambos lados del Pacífico y en la comunidad internacional.
Aunque desde 1945 Tokio ha pedido perdón en varias ocasiones por el “sufrimiento” provocado por sus políticas imperialistas y militaristas de los años 30 y 40, en China y Corea del Sur no consideran que sean unas disculpas lo suficientemente sinceras, y Pekín denuncia con frecuencia los abusos de Japón durante la invasión de su territorio antes y durante la Segunda Guerra Mundial.
Por su parte, Corea del Norte calificó la visita del presidente Obama como una maniobra política “pueril” de un “fanático de la guerra nuclear”.
Pyongyang también denunció la actitud de Japón y afirmó que Tokio, a través de esta visita, buscaba presentarse como víctima y hacer olvidar los sufrimientos infligidos antes de 1945 por el ejército imperial, principalmente en los territorios colonizados como Corea.
Con información de La Jornada