Los habitantes de Boquillas del Carmen tienen miedo de que su poblado se transforme en un pueblo fantasma si el presidente de Estados Unidos, realiza el plan de sellar con un muro la frontera con México.
«Necesitamos a los turistas que llegan cada día de Estados Unidos», dice Esperanza Coronado, una vendedora de bolsas de tela bordadas. «Son nuestra única fuente de ingresos».
En esa zona de la frontera sólo el río divide a los dos países entre el Parque Nacional Big Bend de Texas y el estado de Coahuila. Allí, lanchas de remos trasladan cada día a unos 40 turistas estadounidenses hacia México quienes comen tacos, pasean por el pueblo y compran souvenirs.
«Si Trump construye su muro, estamos jodidos», dice Ventura Falcon, dueño de uno de los dos restaurantes de Boquillas del Carmen.
En Boquillas del Carmen hay una iglesia, una pequeña clínica de salud y una escuela para los niños de unas 40 familias. «Nos va bien aquí«, dice Falcon.
Los pobladores de Boquillas del Carmen sufrieron en 2002 el cierre del cruce fronterizo como reacción a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y el pueblo parecía abandonado.
En este pueblo sus habitantes viven en casas humildes y no hay más que montañas y desierto alrededor. La siguiente población medianamente grande en México es Múzquiz, a cuatro horas por carretera.
La mayoría de los habitantes de Boquillas del Carmen no están interesados en cruzar de manera permanente a Estados Unidos. Aman su pueblo junto al río y a las imponentes montañas de la Sierra. Sin embargo, la frontera abierta es vital para ellos: «Si ponen un muro, otra vez esto se vuelve un pueblo fantasma», dice Falcon.
Con información de Vanguardia